martes, 13 de noviembre de 2018

UN FILÓN DE MINERAL BRILLANTE

Desde la ventana de nuestra casa me gusta mirar a la gente de la calle. Veo gente humilde que trabaja duramente para sacar a sus familias adelante. Hay pobres que rebuscan en la sobras del mercado de fruta y verdura. Hay personas de mirada transparente que encierran una perla escondida en su corazón. Quiero ver a hombres y mujeres que trabajan para que en el mundo haya más justicia. Hay otros con gesto de sufrimiento. Observo a jóvenes tristes que esperan el autobús envueltos en sus auriculares. También hay madres que cuidan a sus criaturas con ternura y misericordia.

Pero parece que todos ellos, todos nosotros, estamos llamados a la frustración. Un sentimiento de fracaso puede instalarse en nuestro interior porque los parámetros de nuestra vida no coinciden con la belleza, el éxito, la juventud, el erotismo o la riqueza que se han instalado en nuestra cultura como caminos hacia la felicidad.

Algo así también debió encontrarse Jesús de Nazaret y desde aquel montículo cercano al lago de Galilea, miraba a la gente sencilla y también veía pobres, humildes, limpios de corazón, tristes y misericordiosos, trabajadores por la paz y buscadores de justicia. Pero con un viraje de ciento ochenta grados superaba la percepción de fracaso que les invadía y les ofrecía una nueva mirada para sus vidas. No estaban condenados a la frustración sino que les mostraba, en medio de la roca gris, una veta de felicidad que todavía no habían encontrado. Y así les gritaba: “felices los pobres, los tristes, los humildes; felices los misericordiosos, los de limpios corazón o los que trabajan por la paz; y también felices los perseguidos o los que reciben calumnias”.

Y es que ese filón de mineral brillante que esconde la montaña, muchas veces oscura y siniestra de la vida cotidiana, la forman unos componentes un tanto peculiares: mucha humanidad, el consuelo personal del mismo Dios, la herencia de la Tierra, una vida plenificada, misericordia a raudales, una dignidad incuestionable, la contemplación del creador, una confianza básica en la vida y en el futuro de ésta… Todo ello también es susceptible de formar parte de nuestra vida, pero puede estar enterrado debajo del sufrimiento o la tristeza, ocultado por nuestra sencillez, pobreza o los problemas que nos superan. Excavemos para encontrar esa otra veta de felicidad, ese mineral de vida escondido que no nos resuelve ni cambia la vida, pero que nos ayuda a ver la existencia en sus infinitos matices, con toda su riqueza y esperanza.
Javi  Morala, capuchino

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