martes, 2 de junio de 2020

NO TEMERÁ LAS MALAS NOTICIAS

En todo este tiempo que llevamos acosados por el COVID-19 estoy prestando especial atención a Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad. Sobre todo en los dos primeros meses de estado de alarma, he permanecido atento a los datos de fallecidos y contagiados que daba cada mañana. He estado pendiente de las tendencias, de los tantos por ciento de incremento, de si la inclinación de la curva aumentaba o no, de si llegábamos al pico, de si estábamos ya en la meseta, de si comenzábamos a descender, de si era efecto lunes o efecto martes, de si el incremento de las pruebas PCR relativizaba el aumento de los afectados, de las fases de desescalada, y de un largo y largo etcétera, que ya forma parte de nuestras conversaciones cotidianas.

En este estado de vigilancia constante de las cifras, me daba cuenta que algo no acababa de funcionar bien dentro de mí, pero no terminaba de saber qué era. Por un lado me entregaba a la escucha y análisis de las notificaciones de cada día, y por otra era consciente de que mi espíritu “se quejaba” en mi interior.

Hasta que un creyente me despertó a lo que sucedía: “no temerá las malas noticias” dice el salmo 112. Este verso me denunciaba porque yo sí temía las malas noticias. Me di cuenta que durante todo este tiempo había puesto toda mi esperanza en que las cifras mejoraran, y cada día me acercaba a la televisión anhelante de “buenas noticias” para que nuestra vida se resolviera. No solo estaba poniendo mi esperanza en algo que no dependía de mí, sino que percibía muy de fondo que los datos, las cifras, los números –positivos o negativos- no podían sostener mi esperanza. Eso era lo que me generaba esa inquietud por dentro. Es la misma experiencia de la que habla Jesús: “no estéis con el alma en un hilo buscando qué comer o qué beber” (Lc 12, 29).

Es verdad que detrás de esas cifras hay personas y familias sufriendo y eso entristece por dentro y te enfrenta al reto del sentido de la existencia. Y a la vez intuimos que, como dice el salmista, puede haber una esperanza más allá de las malas noticias, aunque estas te golpeen fuerte. Esto no quiere decir que tenga que olvidarme de las cifras, pero sí que puede haber una esperanza más allá del resultado de la rueda de prensa diaria del doctor Simón.

Y creo que en el fondo, es la misma intuición que ha provocado que tantas ventanas se engalanen con el dibujo del arco iris y el lema “Todo saldrá bien”. No es el resultado de creer ingenuamente que no va a haber muertos, ni dolor, ni incluso que no nos va a tocar de cerca. Es más bien, que creemos que, pase lo que pase, vamos a salir adelante; que hay algo que nos sostiene más allá de que las cosas no salgan bien, más allá de que los enfermos y fallecidos aumenten. Es la convicción profunda y a veces casi imperceptible, de que la vida está sustentada por debajo de lo aparente, que la vida tiene consistencia y sentido aunque el sufrimiento parezca cuestionarlos. Entonces sí, la persona que vive sostenida en esa convicción “no temerá las malas noticias”: ¡algo de eso es creer!

Javi Morala, capuchino

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