La vida de Francisco comenzó a cambiar el día en que descubrió que lo que estaba buscando no se encontraba en los privilegios ni lujos de su época. Se dio cuenta de que el corazón se vuelve torpe cuando está lleno de cosas materiales que no necesita, de preocupaciones por querer impresionar, de apariencias que quieren disimular vacios personales.
Para Francisco, la sencillez no consistía en vivir sin nada, sino en vivir con algo que le sobrara. Quería tener lo justo para no distraer el corazón. Decía que lo que uno es ante Dios, eso es y nada más. Era una manera de regresar a lo esencial: a lo que hace que el corazón respire hondo, a lo que nos permite encontrarnos con los demás sin máscaras ni falsas apariencias.
La sencillez es aprender a mirar dentro y preguntarse: ¿qué es verdaderamente importante? No se trata de renunciar al mundo, sino de caminar más ligeros para poder amar mejor.

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