Aunque el nivel de conciencia de dignidad va subiendo en nuestra sociedad, aún persisten viejos modos de vivir en humillación de unos ante otros. Tan mala es ésta como la soberbia. Es preciso aprender a caminar erguidos sin orgullo. Todavía existen políticos que se consideran como “los reyes magos” que van repartiendo por ahí dones al aire de su generosidad o del humor del momento. No se percatan que gestionan los bienes públicos y que la suya es una función de servicio. Esas actitudes prepotentes generan humillación. También la iglesia oficial ha de revisarse, pues sus viejas estructuras están pensadas como modos de vida que exigen sometimiento y obediencia. No han incorporado algo elemental, que la vivencia de la fe es una realidad comunitaria, no una jerarquía religiosa donde hay superiores y súbditos.
Entender bien a Jesús habría de llevarnos a erradicar cualquier humillación, religiosa, social, política, y hacernos más sensibles al hermoso y evangélico valor de la dignidad. (Fidel Aizpurúa)
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