Las espiritualidades, las religiones, tienden a construir estructuras mentales y planteamientos ascéticos situados en la distancia y la lejanía del más allá. Según casi todas ellas, el éxito del proceso religioso es “salvarse”, llegar a la gloria y a la dicha de la bienaventuranza. Sin embargo, la oferta de Jesús es para transformar la historia, para hacer que nazca la sociedad nueva, para renovar y orientar el concreto modo de actuar de las personas. Por decirlo popularmente, la oferta del Evangelio, que no ha sido predicada a ángeles sino a personas concretas, es una oferta “de tejas abajo”.
En Cuaresma se apela a la conversión. Pero se nos llama más a una conversión social que a una conversión religiosa. Aceptar que el Evangelio es para lo concreto de nuestros días, ponernos bajo su luz, hacernos vulnerables ante su fuerza, es la mejor manera de entender la buena noticia de Jesús. Una noticia que no aterriza en la vida es estéril. (Fidel Aizpurúa)
“Estoy seguro de que lo importante en toda la Biblia, sin exceptuar a Pablo, no es el pecado sino el perdón de los pecados, la revelación de la misericordia, que se manifiesta particularmente en cubrir todo pecado, el hecho de que, por ‘alejado’ que esté el hombre de Dios y de sí mismo, el Amor no está nunca ‘lejos’ de él. Somos nosotros quienes tenemos un secreto interés en afirmar que nuestro pecado es muy importante a los ojos de Dios”.
J. P. Jossua, Lecturas en eco, p.230
No hay comentarios:
Publicar un comentario