martes, 27 de noviembre de 2012

LA EXPERIENCIA DE LA "FUENTE DE SILOÉ"

Dentro de nuestras actividades pastorales, no suele ser muy frecuente dejar grandes espacios al silencio y la oración. Pero en estos tiempos en los que buscamos volver a lo esencial, quizá estos instrumentos sean más “potentes” de lo que nuestro “efectismo, o efectivismo” creen. El fin de semana, desde el viernes 16 de noviembre con la cena, hasta el domingo 18 a la comida, tenía como objetivo dejar espacios amplios de oración acompañados por un ritmo de silencio. En las comidas y en algún momento de descanso hablábamos, pero queríamos crear un espacio de silencio, sobre todo interior que nos ayudara en la oración. Sabíamos que la fuerza de este fin de semana no estaba en las palabras previas que orientaban la oración, cuanto en los propios espacios de oración personal.
Estuvimos diez personas contando con el delegado de la Comisión de Pastoral Juvenil y Vocacional que animaba el encuentro. De procedencias, edades y recorridos diversos. Con objetivos distintos y con momentos personales muy, pero que muy diferentes. Pero ahí se ve la fuerza del silencio, de la oración y de la Palabra cuando le dejas espacio, serenidad y disposición personal.
Para cada uno, desde su momento, el fin de semana supuso tranquilidad, serenidad o inquietud, y también y sobre todo, un paso adelante en su camino personal. En estos dos días escasos, cada uno tuvo la suerte de dar una vuelta de tuerca a su proceso personal, y no sólo desde la teoría o el deseo, sino desde el encuentro y la convicción de que descubres algo, de que algo se te revela.

Muchas gracias a todos por vuestra participación: Jesús, Ana, Gorka, Mª Carmen, Oscar, Lidia, Begoña, Ildefonso y Luis. Y sobre todo gracias por daros la oportunidad de vivir estos días abiertos a lo que se nos daba. El silencio y la oración nos ayudó a mirarnos con más cariño. Muchas gracias también a la fraternidad de “El Pardo” que nos dejó uno de sus rincones más silenciosos de la casa, y sobre todo por la acogida y cariño con que nos trataron.
Javier Morala, capuchino

No hay comentarios:

Publicar un comentario