miércoles, 20 de noviembre de 2013

ESTO QUE CONTEMPLÁIS…QUEDARÁ DESTRUÍDO

   Nada hay bajo el cielo de lo que tengamos la certeza que será para siempre. Y en realidad es uno de los anhelos más profundos del hombre: La posición social, el matrimonio, la unión de la familia, la salud…son todo circunstancias que por más que nos empeñemos, un día pueden faltar. Y nos pasará entonces como a la gente que se quedaba contemplando el templo y Jesús les tuvo que anunciar su destrucción.
   Quisiéramos agarrarlo todo y llevar el control, pero no nos es posible. Tan sólo podemos disfrutar, sentir y dejar fluir los acontecimientos de la vida haciéndonos amigos de los cambios. Ni siquiera el Pueblo de Israel podía poner tienda fija. Dios eligió un pueblo errante que en todo momento estuviera RE-INICIÁNDOSE. No hay nada peor que no mover un dedo para no perder algo que se nos ha concedido para compartir y vivir con ello o peor aún, vivir a impulsos externos que no conectan con nosotros haciéndonos así seguidores de las modas o las costumbres. El hombre ha sido creado para altos vuelos, aunque para ello haya que arriesgar y hasta en ocasiones renunciar a aquello que creíamos para siempre o teníamos completamente controlado.
   Cercanos ya a la fiesta de Cristo Rey y al fin de un nuevo año, va tocando revisar todo aquello que supone un apego en nuestra vida. También convendría hacer un examen de los estímulos externos que nos mueven de un lado para otro y volver a tomar el control, desde dentro, porque uno sólo es nuestro Patrón y vive dentro. No esperemos aplausos ni palabras de aliento quizá entre los más cercanos. No esperemos siquiera un bienestar que nos confirme lo que tenemos que vivir, busquemos en lo más profundo esa paz que habita en nosotros aunque no se vea acompañada de alegría. Sólo nosotros seremos capaces de reconocerla. Y ni uno sólo de nuestros cabellos perecerá. Ni uno sólo de nuestros valores más auténticos se verá mermado, muy al contrario: resurgiremos de las cenizas y seremos nosotros mismos, acercándonos cada vez más al sueño que una vez Dios tuvo con nosotros.
CLARA LÓPEZ RUBIO

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