domingo, 17 de noviembre de 2013

MESSI SE ROMPE


   “Messi se rompe”. Este fue uno de los titulares que utilizaron los medios para informar sobre la recaída del argentino el domingo 10 de noviembre. Al día siguiente viendo tranquilamente el telediario en el sillón casero me sorprendió mucho que, por lo menos en la cadena que yo estaba viendo, se daban explicaciones de la lesión con mucho más dramatismo, morbo y preocupación que lo que se hacía, en esa misma cadena, al informar sobre el tifón de Filipinas cuyas consecuencias se cifraron entonces en 10.000 muertos. ¿Qué ocurre? ¿Por qué nos afecta más algo tan pequeño y pasamos por encima una catástrofe que deja tanto sufrimiento en tantos seres humanos? ¿Por qué vivimos con normalidad que los deportes, entretenimientos, etc. ocupen tanto nuestra mente y evitamos las realidades que nos inquietan?
   Thomas Merton –lo explica Ignacio Dinnbier en Frontera Hegian nº 72- describió el mecanismo por el que el poder colectivo ejerce sometimiento sobre los individuos. Merton habla de “la diversión”, es decir, la acción de “di-verter”, en su acepción de “apartar” y “desviar”. Así la colectividad aparta y desvía al hombre de su yo interior, de su realidad. De esta manera, el hombre vive fuera de sí, separado de su fundamento, volcado sobre sus posesiones y disperso en sus quehaceres o entretenimientos, en una situación de ilusión e inautenticidad.
   Pedro Cavadas, el cirujano plástico tan reconocido en todo el mundo explica en una de sus múltiples entrevistas algo parecido. Después de un cambio de vida radical a partir de la muerte de su hermano y de un viaje a África dice: “Me di cuenta que el jardín botánico en el que vivimos no es el mundo real. Te convencen que la humanidad es esto. Te ponen una ventana que es la TV en la que te dejan ver algunas cositas de fuera pero no muchas para que no te distraigas y sigas comprando todo lo que hay que comprar”.
   Aceptamos vivir en un mundo irreal lleno de diversiones porque creemos que no va a ser tan problemático, porque creemos que nos van a dar la satisfacción que buscamos. Tenemos miedo a la incertidumbre de la realidad, a la incomodidad y el conflicto que genera. Y nos perdemos ese "Dichosos los afligidos" del evangelio. Y por eso preferimos subirnos a un mundo paralelo como en la película Matrix.
   ¿Y si no estamos viviendo el mundo real? ¿Y si los deportes y los entretenimientos no son más que las cadenas que nos mantienen alejados de la realidad, para que no la veamos?
   ¿Y si vivimos en un mundo que es realmente un espejismo? ¿Y si lo que creemos que es incomodidad cuando algo de la tele nos inquieta es, en verdad, lo poco que nos asoma a la realidad? ¿Y si cuando estamos sentados cómodamente en el sillón viendo miles de escenas de deportes o haciendo de nuestra vida una sucesión de diversiones, estamos adentrándonos más y más en un mundo paralelo que nos hace creer que somos felices?
   Ahí está la elección que podemos hacer cada uno, entre una vida sin conflictos, anestesiados con blandas realidades que no pueden afectarnos o vivir intensamente con las tristezas y alegrías fuertes que supone la existencia... Todo un reto, ¿lo intentamos?

Javier Morala, capuchino

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