martes, 6 de enero de 2015

LA ÚNICA PALABRA

   En el cénit de estas fiestas de Navidad surge con fuerza este primer capítulo del libro de Juan como queriendo llamar nuestra atención para volver a llevarnos a nuestra esencia. Vivamos lo que vivamos, sólo una cosa hay importante, la Palabra. Y la Palabra, desde el principio de los tiempos por parte de Dios fue: “sí”.
   Y ante una afirmación así, ya no cabe marcha atrás ni medias tintas. Dios se comprometió con el hombre y lo hizo sin condiciones ni préstamos a bajo o alto interés, tal y como los bancos ahora a principio de año nos revisan. Dios nunca revisa su elección por el hombre, por eso, una y otra vez a través de la vida nos recordará que su estar, su ser, aunque no tiene existencia en función del hombre, sí alcanza su pleno sentido junto él.
   Al comienzo del año nuevo, donde es casi irremediable que salgan a la luz los nuevos propósitos o se revisen los propósitos de otros años, para mí no hay otro que renovar que la constante atención a lo que vivo. Y como en esa atención se me revelará lo que urge para cada momento, iré poniendo lo necesario para vivirlo con intensidad.
   “A Dios nadie lo ha visto jamás: el Hijo único, que está en el seno del Padre, es quien lo ha dado a conocer.” Por eso día a día elijo desde mi madurez la opción por Jesús de Nazaret. Hay otras opciones, hay otras formas de llegar a Dios, y todas ellas, en cada una de las personas que las acogen son válidas. En lo único en lo que en verdad tenemos que empeñarnos es en el tener una experiencia personal de Dios. Pero aquí, en este tiempo y espacio, el que a mí me ha tocado vivir, celebro la vida y contacto con lo más profundo de mis entrañas a través de un Niño y un Hombre que progresivamente se abrieron a la Promesa de un Dios cuya única palabra fue “sí”.
CLARA LÓPEZ RUBIO
 
 

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