domingo, 4 de octubre de 2015

FRANCISCO DE ASÍS, AVENTURERO DEL EVANGELIO

Francisco de Asís ha sido, no lo dudemos, un aventurero. Fue tremenda aventura romper con su familia y lanzarse a una vida evangélica incierta en un molde nuevo que no existía hasta entonces; fue una aventura comunitaria hacer una fraternidad con personas tan distintas, con sus fallos, con sus anhelos; fue una aventura arriesgada lanzarse a ofrecer el Evangelio por los caminos, sin más amparo que el del Padre y sin más respaldo que la bondad del corazón de la gente; fue una aventura difícil vivir en paz y sosiego, en comprensión y respeto en una Iglesia convulsa y llena de asuntos oscuros; fue una tremenda aventura escribir una Regla que reflejara el Evangelio para todo franciscano; fue una entrañable aventura llegar a entender y amar la creación como a una hermana; fue una aventura, finalmente, lanzarse a los brazos del Padre con la confianza de que siempre lo habían acompañado y que “le rodearían los justos cuando le alcanzase el favor de Dios” como cantó en su muerte con las palabras del Salmo. No es una exageración calificar a Francisco de aventurero del Evangelio.
   Cuando le decían a Alejandro Labaka, obispo capuchino muerto por los indígenas en las selvas amazónicas de Ecuador, que era un aventurero, él solía replicar con una sonrisa en los labios: “Y si le quitas al Evangelio la aventura, ¿qué queda?”. Y tenía razón. Un Evangelio sin aventura es una mediocridad, algo que no merece la pena vivirse.
Fidel Aizpurúa, capuchino


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