domingo, 17 de enero de 2016

LA BODEGA INTERIOR DE CANÁ

Las bodas de Caná es uno de los evangelios más conocidos a nivel popular pero al igual que otros como el del Hijo Pródigo creo que más pobremente interpretado.
   Durante muchos años he oído hablar del milagro de convertir por parte de Jesús el agua en vino y de cómo María está atenta a este momento. Pero con el paso de los años he ido leyendo, escuchando y descubriendo por mí misma un sentido más profundo que me hace situarme con él en la vida del Espíritu y es lo que espero en este domingo transmitiros.
   Caná es el lugar de la fiesta, donde se celebra una boda. A diferencia de otros evangelios que apuntan quizá a la sequedad de la vida donde nada parece tener sentido, Caná es el momento de la alegría, de la cima, del primer encuentro con Jesús. Me recuerda a todos aquellos momentos en los que comenzamos a caminar con un grupo y todo nos parece genial o esas situaciones en las que nada nos falta y creemos tocar el cielo.
   Así estaban Jesús y los discípulos que lo acompañaban aquel día, hasta que salta la noticia, el desasosiego, el sentimiento de desarraigo: lo que antes estaba ya no está, el sentimiento que me acompañaba se ha esfumado.
   ¿ Qué hacer con el agua? Es lo único que tengo y no sé cómo convertirlo. Crisis, ruptura, replanteamiento de vida… bajada a algo más profundo. En esta situación caben dos posicionamientos: o niego por un tiempo lo que me sucede e intentó tirar hacia adelante distrayéndome o me doy cuenta que los escalones que antes me ayudaban a subir ya ni están, se han esfumado y solo queda avanzar pero sin referencia alguna. El avance solo tendrá una dirección: hacia dentro, a la “bodega interior”. Toca entonces tomar decisiones desde otra perspectiva y soltar amarras. Toca transformar lo sencillo de la vida, lo que tengo, lo más auténtico y esencial en extraordinario y sentir que eso es en realidad el vino bueno, el que deja sabor y hace maridaje con la presencia, con lo que acontece dentro.
   Caná es una invitación a probar el vino que todos tenemos dentro y descubrir en él a cada momento lo que nos aporta, sin juicios y con el sabor del presente. La distracción del pasado, del futuro, del juicio y las expectativas nos mantendrán por poco tiempo en un estado de embriaguez del que tarde o temprano la propia vida nos sacará. ¿Qué tal si somos nosotros los que comenzamos a elegir el buen vino que ya existe en la bodega interior de nuestra vida? ¡Salud!
CLARA LÓPEZ 


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