martes, 1 de noviembre de 2016

LA CUCHARILLA

En cierta ocasión, una anciana, en su lecho de hospital, hablaba con el párroco que había ido a visitarla: “El Señor me ha dado una vida bellísima. Estoy preparada para partir”. “Lo sé”, murmuró el sacerdote. Pero, a renglón seguido, la abuelita añadió: “Hay una cosa que deseo vivamente: Cuando me entierren, quiero que me pongan una cucharilla en la mano”. El buen párroco reaccionó sorprendido: “¿Una cucharilla? ¿Para qué quiere que la entierren con una cucharilla en la mano?”. A lo que respondió con toda naturalidad la señora: “Me ha gustado siempre participar en las comidas y las cenas de fiesta en la parroquia. Cuando llegaba a mi sitio, miraba enseguida si había la cucharilla junto al plato. ¿Sabe qué quería decir? Que al final iba a haber pastel o helado”. “Y eso, ¿qué tiene que ver con este momento?”, le replicó el sacerdote no saliendo de su desconcierto. “¡Significaba que lo mejor llegaba al final! Es precisamente esto lo que quiero decir en mi funeral. Cuando pasen junto a mi ataúd se preguntarán: «¿A qué viene la cucharilla?». Quiero que Usted les responda que tengo la cucharilla porque está llegando lo mejor…”.


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