martes, 15 de noviembre de 2016

SALUDAR CON PALABRAS DE PAZ

“En toda predicación que hacía, antes de proponer la palabra de Dios a los presentes,
les deseaba la paz, diciéndoles: ‘El Señor os dé la paz’.
Anunciaba devotísimamente y siempre esta paz a hombres y mujeres,
a los que encontraba y a quienes le buscaban.
Debido a ello, muchos que rechazaban la paz y la salvación,
con la ayuda de Dios abrazaron la paz de todo corazón y se convirtieron
en hijos de la paz y en émulos de la salvación eterna”.

(Primera Vida de Celano 223)

La vida, en tiempos de Francisco, (como en cualquier época de la historia), también era turbulenta. La violencia hacía parte de la vida cotidiana: entre unas ciudades y otras, entre el papa y el emperador, entre los nobles y los burgueses, en el interior de la Iglesia de cara a algunos grupos heréticos, de cara al Islam con una cruzada y otra… La peor parte para la gente de a pie, que no ganaba nada con estas guerras y acarreaba sus consecuencias.

Francisco participó en la guerra de Asís contra Peruggia y sufrió sus consecuencias, un año de cárcel. No fue de reportero, fue a matar y a vencer y a buscar su gloria. La derrota, la cárcel, la enfermedad consiguiente, parece que empezaron a abrirle a otras búsquedas. En el fondo, toda la experiencia personal y fraterna de Francisco se puede resumir como una nueva experiencia de paz y reconciliación con todo, en un momento u otro. Y eso será lo que él ofrezca a los demás. No es casual que en su Testamento hable de esto como de una auténtica revelación y misión: “El Señor me reveló que dijésemos este saludo: ‘el Señor te dé la paz’ “ (Testamento de Francisco, 23).

En él, pronunciar un saludo así no es una fórmula, es una declaración de intenciones: decir en dos palabras quién es y a lo que quiere colaborar. En Francisco esta paz siempre será resumen de los bienes del Reinado de Dios: un corazón y una humanidad nueva, en la igualdad y reconciliación. En este sentido, él quiso ser un pacificador, quiso llevar adelante una misión de paz. En el corazón de cada persona, en las relaciones fraternas, en el modo de vivir los conflictos y de incluir a los excluidos, en las contradicciones y fracasos, en las dificultades sociales...

Francisco es alguien que se nos aparece muy capaz de llegar y "tocar" a la persona por dentro, aportando una palabra que orienta y encamina (carta a un ministro, carta a León...). Y fue alguien muy insistente de cara a exhortar en el cuidado de las relaciones humanas: “Y ningún hermano haga mal o hable mal a otro; al contrario, por caridad de espíritu, sírvanse y obedézcanse voluntariamente unos a otros” (Regla no bulada 5,11)

Y las biografías primitivas también subrayan la presencia de Francisco en distintas situaciones conflictivas ciudadanas: el desencuentro entre el obispo y el alcalde de Asís, y en Arezzo, Bologna, Gubbio... “Y les decía: ‘Que la paz que anunciáis de palabra, la tengáis, y en mayor medida, en vuestros corazones. Que ninguno se vea provocado por vosotros a ira o escándalo, sino que por vuestra mansedumbre todos sean inducidos a la paz, a la benignidad y a la concordia. Pues para esto hemos sido llamados: para curar a los heridos, para vendar a los quebrados y para corregir a los equivocados” (Tres Compañeros 58).

Quizás nos toca ser como un “hospital de campaña” en medio de un mundo muchas veces dividido por enemistades y discordias. ¡Haznos, Señor, instrumentos de tu paz; y que saludemos con palabras de Paz!
Jesús Torrecilla, capuchino

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