martes, 1 de mayo de 2018

MARÍA, MADRE DE LA IGLESIA

La Iglesia ha dado un protagonismo especial siempre a la figura de la Virgen. Si nos fijamos en la presencia que ella tuvo desde el primer momento en el seno de la comunidad cristiana nos lleva a recordar los últimos momentos en la vida de Jesús.

Desde la Cruz, antes de morir, nos la entrega por madre nuestra en la persona de San Juan. Aquel discípulo la acogió como Madre. Nosotros, como cristianos, hemos tratado de tener la misma actitud que el Discípulo Amado.

En fechas mucho más recientes, el Papa Pablo VI, el 21 de noviembre de 1964, como conclusión de la tercera sesión del Concilio Vaticano II, declaró a la bienaventurada Virgen María “Madre de la Iglesia”. De esta manera Pablo VI quería que la viéramos como “Madre de todo el pueblo de Dios, tanto de los fieles como de los pastores que la llaman Madre amorosa”. Este fue su deseo: que «de ahora en adelante la Madre de Dios sea honrada por todo el pueblo cristiano con este gratísimo título». Con este título nos dirigimos a ella desde el año 1980 en las letanías del rezo del Rosario.

Ahora, el Papa Francisco, retomando esta tradición y convicción eclesial, quiere que cada año, el lunes después de Pentecostés celebremos la memoria de María, Madre de la Iglesia.

De esta manera, el Papa actual pretende que esta celebración nos ayude a “recordar que el crecimiento de la vida cristiana, debe fundamentarse en el misterio de la Cruz, en la ofrenda de Cristo en el banquete eucarístico, y en la Virgen oferente, Madre del Redentor y de los redimidos”.

Que esta celebración de la Virgen como Madre de la Iglesia nos ayude en nuestros tiempos a resituar a María en nuestra forma de vivir la fe. Que no cree en nosotros ni en la comunidad cristiana una visión de ella mojigata, pues ella no lo fue. De ella se han dicho y se dirán muchas cosas, acertadas unas y totalmente desacertadas. Las personas que me iniciaron en la fe siempre me transmitieron la imagen de la Virgen María como la de una mujer valiente que, como discípula, formó parte activa de la Comunidad creada por su Hijo. Una mujer que por su fe, amor y entereza, se convirtió en un elemento importante en la comunidad cristiana. Como ella se han situado y lo siguen haciendo ahora muchas mujeres que animan la vida y la fe de muchas de nuestras sencillas comunidades cristianas.
Benjamín Echeverría, capuchino

No hay comentarios:

Publicar un comentario