La espiritualidad es el alma de las grandes religiones que existen y cada tradición tiene su propia manera de proclamar que la esencia de la espiritualidad es el amor. El Papa Francisco, en la encíclica Laudato Si´ nos propone una manera actualizada de vivir nuestra espiritualidad cristiana, invitándonos a ir más allá de nosotros mismos.
La espiritualidad ecológica es una invitación a:
- Comprender el poder infinito de Dios que nos lleva a experimentar su ternura paterna para acoger el amor divino y adorarle con confianza. (LS 73). 99. Para la comprensión cristiana de la realidad, el destino de toda la creación pasa por el misterio de Cristo, que está presente desde el origen de todas las cosas: «Todo fue creado por él y para él » (Col 1,16). Desde el inicio del mundo, pero de modo peculiar a partir de la encarnación, el misterio de Cristo opera de manera oculta en el conjunto de la realidad natural, sin por ello afectar su autonomía (LS 99).
- Percibir a Dios como Creador, evitando adorar los poderes del mundo y no colocándonos en el lugar del Señor. La mejor manera de poner en su lugar al ser humano, y de acabar con su pretensión de ser un dominador absoluto de la tierra, es volver a proponer la figura de un Padre creador y único dueño del mundo, porque de otro modo el ser humano tenderá siempre a querer imponer a la realidad sus propias leyes e intereses (LS 57).
- Intuir a Dios en la Creación a través de la contemplación. Esta contemplación de lo creado nos permite descubrir a través de cada cosa alguna enseñanza que Dios nos quiere transmitir. Podemos decir que, «junto a la Revelación propiamente dicha, contenida en la sagrada Escritura, se da una manifestación divina cuando brilla el sol y cuando cae la noche»[58]. Prestando atención a esa manifestación, el ser humano aprende a reconocerse a sí mismo en la relación con las demás criaturas (LS 85).
- Discernir los signos de los tiempos desde una mirada distinta que conformen una resistencia ante el avance del paradigma tecnocrático y proponer un modo alternativo de entender la calidad de vida desde un estilo de vida profético y contemplativo, capaz de gozar profundamente sin obsesionarse por el consumo (LS 222).
- Descubrir el valor de lo sencillo. Es un retorno a la simplicidad que nos permite detenernos a valorar lo pequeño con sobriedad y una capacidad de gozar con poco, agradecer las posibilidades que ofrece la vida sin apegarnos a lo que tenemos ni entristecernos por lo que no poseemos. Esto supone evitar la dinámica del dominio y de la mera acumulación de placeres (LS 222).
La espiritualidad ecológica nos invita a admirar las múltiples conexiones que existen entre las criaturas y a descubrir una clave de nuestra propia realización en la importancia de los pequeños gestos cotidianos, el amor social y la cultura del cuidado. Cuando alguien reconoce el llamado de Dios a intervenir junto con los demás en las dinámicas sociales, debe recordar que eso es parte de su espiritualidad, que es ejercicio de la caridad y que de ese modo madura y se santifica (LS 231).
Todo está conectado, y eso nos invita a madurar una espiritualidad de la solidaridad global que brota del misterio de la Trinidad con Dios, con el prójimo y con la tierra. Espiritualidad ecológica una invitación a crecer en nuestra vida interior. ¿Te animas a vivirla?
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