martes, 26 de marzo de 2024

¿CREES?

Si ser creyente fuera cuestión de opinión, la respuesta sería: “Yo opino que Dios es” o “no es”. Pero sabemos que ser creyente no es una manera de pensar, sino una manera de ser (que incluye también el pensamiento). ¿He sido siempre creyente? Fui bautizado de niño/a y tomo parte en las celebraciones cristianas. Es un dato interesante, y sin embargo, no llega a tocar el fondo de la pregunta de si creo en Dios. Porque, siendo sincero, no siempre vivo lo que celebro, lo que se dice, lo que se propone, etc. También es cierto que a lo largo de la vida no he vivido estas cosas de la misma manera, sino según el momento de mi historia y de las circunstancias. Por tanto, la pregunta de si soy o no soy creyente afecta a algo más al fondo de mi existencia.

No solo eso; también percibo que ser creyente no es algo adquirido de una vez para siempre, ni una posesión de la que puedo disponer, sino que es un caminar con sus altos y bajos, sus idas y venidas, como entre claroscuros. Además, está aderezado de muchos ingredientes diversos y a veces contrarios: certezas y dudas, preguntas y respuestas, recuerdos y olvidos, tiempos de tranquilidad y tiempos revueltos…

El referente para nuestra fe es el Evangelio, Jesús de Nazaret. Tenemos los recuerdos de los primeros discípulos que fueron aprendiendo a seguir a Jesús. También tenemos otros referentes como los santos y santas, que nos cuentan sus avatares en su camino de creer, de la fe. Y tenemos también los hermanos y hermanas de hoy, que van viviendo esta relación con Dios de modo del todo personal.

Y, sobre todo, tenemos aquellas palabras de aquel hombre ante la pregunta de Jesús: “-¿Crees? -Creo, pero aumenta mi fe”. Porque antes de tener o no tener fe es confiar en la misericordia de Dios.

Carta de Asís, marzo 2024

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