No solo eso; también percibo que ser creyente no es algo adquirido de una vez para siempre, ni una posesión de la que puedo disponer, sino que es un caminar con sus altos y bajos, sus idas y venidas, como entre claroscuros. Además, está aderezado de muchos ingredientes diversos y a veces contrarios: certezas y dudas, preguntas y respuestas, recuerdos y olvidos, tiempos de tranquilidad y tiempos revueltos…
El referente para nuestra fe es el Evangelio, Jesús de Nazaret. Tenemos los recuerdos de los primeros discípulos que fueron aprendiendo a seguir a Jesús. También tenemos otros referentes como los santos y santas, que nos cuentan sus avatares en su camino de creer, de la fe. Y tenemos también los hermanos y hermanas de hoy, que van viviendo esta relación con Dios de modo del todo personal.
Y, sobre todo, tenemos aquellas palabras de aquel hombre ante la pregunta de Jesús: “-¿Crees? -Creo, pero aumenta mi fe”. Porque antes de tener o no tener fe es confiar en la misericordia de Dios.
Carta de Asís, marzo 2024
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