domingo, 26 de enero de 2025

TODA LA SINAGOGA TENÍA LOS OJOS CLAVADOS EN ÉL

Cuando los de su pueblo preguntan a Jesús qué es lo que pretende, cómo va a ser su mesianismo, él responde leyendo un pasaje de Isaías sobre la misión de un profeta: “El Espíritu del Señor está sobre mí…”. Pero ocurre una cosa curiosa: Jesús censura el texto de Isaías, porque al anuncio de los beneficios de un mesianismo positivo para Israel se añade una expresión que Jesús omite: “Y un día de venganza de nuestro Dios”. Como diciendo: mi mesianismo no incluye la venganza contra los paganos ni contra nadie. La venganza y la condena no entran en mi plan. Es que el viejo judaísmo entendía siempre su salvación a costa de la condena de los paganos.

No es de extrañar que diga el texto: toda la sinagoga tenía los ojos clavados en él. ¿Cómo se le ocurría censurar a Isaías? ¿Dónde queda la venganza contra los paganos siempre esperada? ¿No era el hijo de José que, como todo judío, soñaba con la destrucción del paganismo? Esa mirada que los de su pueblo echan sobre Jesús está cargada de rechazo y de contrariedad.

Esta tensión es para nosotros interesante: si no hay día de venganza ni de desquite se puede vivir sin temer a Dios, sin temblar ante un Dios que no me fiscaliza, sin ocultarme ante un Dios que solo quiere mi bien. El mensaje de Jesús libera del mismo Dios.

Dicen que la palabra “religión” viene de “religar”: el creyente se religa a Dios. Pero, en realidad, es una religación que libera, que empodera, que otorga autonomía, que abre un horizonte de respiro. Si la religión nos oprime en algo, eso no viene del evangelio.

Fidel Aizpurúa, capuchino

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