Es el lugar más visitado de Asís. Hace falta bajar desde la Basílica superior a la inferior, construida varios siglos antes, para empezar a sentir el paso del tiempo.
Bajando unos escalones se llega por fin a la tumba de San Francisco. A este lugar afortunadamente, baja muy poca gente y en un silencio absoluto te encuentras delante de su sarcófago de piedra. Está protegido por fuertes rejas que evidencian la inseguridad, en siglos anteriores, ante los ladrones de reliquias.
El rostro de San Francisco, pintado por Cimabue, maestro del pintor Giotto, está en la basílica superior, justo a la derecha de la tumba de varios hermanos suyos, entre ellos Bernardo de Quintavale. Ese rostro es el que no olvidas cuando, delante de su tumba oras en silencio.
Ha sido en esta visita cuando me enteré de algo que no sabía y me sobrecogió: Francisco quiso ser enterrado fuera de Asís, para parecerse todavía más a Jesucristo. En el lugar donde se ubica la actual basílica era donde ajusticiaban a los condenados; él pidió expresamente a sus hermanos que dejaran allí su cuerpo, extramuros de la cuidad ,después de su muerte.
Reflexión: Después de ocho siglos el carisma franciscano y el seguimiento a Francisco, siguen vivos, ¿por qué? Nunca quienes lo eligen se quedan ahí, sino que Francisco los remite directamente a la Fuente y la Fuente es Jesús de Nazaret. Jesús el Dios-vivo que no se pasa nunca. Llamó y enamoró a Francisco y hoy nos sigue llamando a los hombres y mujeres del s.XXI.
Es casi imposible que seamos tan radicales como fueron Francisco y Clara, pero siempre hay un espacio y ese se llama amor. ¿Amamos a Jesús? ¿Necesitamos Su amor para vivir? ¿O somos tan ignorantes que creemos que solo con el bienestar y la tecnología del mundo de hoy podemos construir nuestra vida?
Hay muchos que creemos que no.
Carmen Mª Meseguer Martínez
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