martes, 2 de junio de 2015

LA PORCIÚNCULA

Esta pequeña capilla fue entregada a San Francisco por el abad San Benito, a condición de reconstruirla y hacer de ella la “Iglesia-madre” de la nueva comunidad religiosa.
   Fue aquí mismo donde Francisco oyó muy clara la llamada de Jesús a una vida de pobreza absoluta; esto le sucedió cuando escuchaba el Evangelio de San Mateo 10,5 en 1209.
   Aquí mismo recibió Francisco a Clara el Domingo de Ramos de 1211. Aquí se celebraban todos los capítulos de la Orden franciscana el día de Pentecostés.
   Junto a ella murió Francisco en la madrugada del 3 al 4 de octubre de 1226 y desde entonces nunca la han abandonado sus hermanos. Para la orden tiene un especial valor carismático, todo el que se acerca a ella tiene una fuerte inspiración, porque todo en ella es pobreza y misterio.
   Sobre ella, para protegerla está construida la actual Basílica de Santa María de los Ángeles.
   “El Perdón de Asís” es una indulgencia pedida por Francisco para su Orden y todos los habitantes que visitaran aquella capilla. Esta indulgencia se recibía solamente el 2 de agosto, fiesta de Santa María de los Ángeles , pero los Papas posteriores la ampliaron para todo el año.

Reflexión: Francisco y Clara fueron capaces de desprenderse aquí de muchas riquezas en su vida para seguir a Jesucristo radicalmente.
  • Nosotros hoy ¿de qué somos capaces a la hora de amar a Jesucristo?
  • ¿Cuánto estamos dispuestos a dejar? ¿Somos al menos capaces de desprendernos de nuestras máscaras y dejar que nos vean tal y como somos?
  • ¿Cuánto tiempo le dedicamos al día a ese Dios nuestro, en quién creemos pero que tenemos absolutamente abandonado?
Allí en la Porciúncula, hace poco, el 9 de abril, tuve la absoluta certeza, que entre tanta prisa y tanta riqueza, no cabe Dios aunque se haga muy pequeño…, a no ser que nos propongamos firmemente, hacerle un sitio en nuestra vida.
Carmen Mª Meseguer Martínez

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