Siempre que nos acercamos a la luz del Evangelio, a la vez, percibimos con más nitidez las inevitables oscuridades del caminar humano. De ahí que, intentando contagiar ánimo, asome la cabeza el desaliento: yo me conozco y sé que ese camino hermoso no es para mí.
Hay que superar tal sentimiento. Lo hemos dicho, el Evangelio ha sido ofrecido a humanos, no a ángeles. La propuesta de Jesús se hace a personas normales, marcadas, incluso, por fuerte limitaciones (ambición, naturaleza violenta, corrupción, traición incluso). Jesús hace su propuesta no en base a la calidad moral de la persona (si la tiene, mejor), sino en base a la dignidad de la persona. Y como él considera digna a toda persona, a toda persona hace la propuesta
Por todo ello las posibilidades de ir volviendo al Evangelio en un itinerario prolongado, en un proceso, son muchas, está a nuestro alcance. Quizá haya que unirse, porque las cosas hermosas pero difíciles, se vuelven más sencillas cuando se las vive en grupo. Quizá haya sonado el tiempo de dejar de lado controversias que no llevan a nada. Tal vez sea interesante entender que una fe vivida en los márgenes del sistema no nos margina del Evangelio sino que nos empuja a su centro. Tal vez haya llegado el tiempo en que entendamos que volver al Evangelio no es salirse de la ida en espacios estancos, sino adentrarse en ese misterio del vivir en el que estamos metidos.
Fidel Aizpurúa, capuchino
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