“En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: En aquellos días, después de una gran tribulación, el sol se hará tinieblas, la luna no dará su resplandor, las estrellas caerán del cielo, los ejércitos celestes temblarán”.
Y así, con este lenguaje apocalíptico y profético con respecto a los atentados de no hace aún ni 24 horas en París se hace casi más difícil sacar vida de lo que cada Domingo proclamamos.
Y como a mí me gusta hacer con ocasión de este comentario, tiramos hacia dentro: una dimensión por otra parte real, quizá la única real que existe, porque la que está sujeta al espacio y al tiempo y existe fuera de nosotros está también mediatizada siempre por el juicio, el dolor, las apariencias… lo que no es, alejándonos de los que es y somos.
“Cuando las ramas se ponen tiernas y brotan las yemas, sabéis que la primavera está cerca” y que llega el tiempo de salir del crudo invierno, de lo cerrado y marchito y aventurarse a la vida. Son ya varias las veces que he tenido que saltar de esquemas preconcebidos en los que me empeñaba en hacer mi vida y que ésta pareciera espontánea y auténtica, pero al igual que nada puede parar la primavera, nada tampoco pudo parar mi crecimiento espiritual y evolución hacia dentro cuando ya el proceso había comenzado. Y por más que queramos empeñarnos en recorrer de nuevo lo ya recorrido para hacer las cosas de otro modo más nos daremos cuenta de que eso ya no es posible, que son otros los caminos a descubrir y no hay una segunda oportunidad para nada, porque nada se repite, en todo caso habrá una nueva oportunidad, que para mí es muy distinto. Pero conviene reconocerla y no dejarla pasar de largo. Y esto sucede cuando en nuestro interior nuestro Sol se empieza a hacer tinieblas y las estrellas más importantes que guían nuestros sueños y nos hacen vivir en el presente se apagan no sabiendo guiarnos más que por los recuerdos del pasado o las ilusiones del futuro. En ese momento toca alzar el vuelo y saber que la Energía más importante y auténtica que habita dentro de nosotros, Dios, que somos nosotros mismos, es la clave para no dejarse llevar por la aparente imposibilidad para seguir viviendo. Solo toca descubrirlo en lo único que es posible, el aquí y ahora, porque cielo y tierra pasan continuamente, pero lo único que no pasa el la Palabra que se gusta en cada instante.
CLARA LÓPEZ RUBIO
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