miércoles, 18 de noviembre de 2015

SENTIDO COMÚN O DICHA PROFUNDA

Hace un par de semanas en el grupo de Jufra de Zaragoza, una joven preguntaba cómo ser cristiano y no ser un “panolis”, un ingenuo, ¡un tonto vaya! Después de leer el evangelio de uno de aquellos domingos (el de las Bienaventuranzas, Mt 5, 1-12) les escribía un whatsapp al grupo para decirles que esa lectura tenía mucho que ver con la pregunta que aparecía en la última reunión.
   Pero la Palabra me volvió a sorprender al viernes siguiente, con una parábola (Lc 16, 1-8) que parecía que estaba hecha para contestar esa misma pregunta. Jesús alaba al administrador injusto y lo pone como modelo, ¡a uno que estaba robando! Pero lo pone como modelo no por su actuación, que es moralmente mala, sino por su inteligencia. Es decir, nos dice a los cristianos, a los “hijos de la luz”, que debemos ser sagaces, no unos “tontos”, que tenemos que estrujarnos la cabeza para acertar en los negocios de Dios.
   Gracias a Jesús de Nazaret y también gracias a una atracción interior, todos hemos tenido algún impulso a vivir de forma sencilla, teniendo pocas cosas; todos hemos tenido un impulso a llorar con los que lo están pasando mal; a no huir del sufrimiento sino vivir la vida tal como viene; a seguir ansiando un mundo más justo superando la desesperanza; a mirar a los demás desde la misericordia; todos hemos tenido un impulso interior a mirar sin etiquetar; a trabajar por la paz y la reconciliación; a no dejar de hacer o decir lo que creemos justo, a pesar de que nos persigan.
   Pero tenemos muchas dudas ante esos impulsos de vida. Nos asaltan temores internos porque creemos que teniendo menos vamos a perder; creemos que llorando somos menos felices; el sufrimiento lo identificamos con el fracaso; la inquietud de buscar un mundo más justo nos inquieta y cansa, y estamos tentados de claudicar; creemos que somos tontos si perdonamos; nos es mucho más fácil etiquetar que adentrarnos en la complejidad de cada persona; nos parece inútil trabajar por una paz imposible; y creemos que no merece la pena ser tratados mal si luchamos por la justicia.
   Hay una postura que quiere ser racional y equilibrada que es la del “sentido común”, que intenta traducir el Evangelio a la realidad pero que se seguiría escandalizando de la cruz de Jesús y que en muchas ocasiones lo que hace es descafeinar la Vida plena que Dios nos propone.
   La lógica que Jesús nos muestra en el Evangelio y las Bienaventuranzas no es nuestra lógica. Jesús nos enseña que aunque parezcamos unos desgraciados cuando estamos llorando o sufriendo, puede haber una dicha encerrada en el lamento que no es masoquismo, sino que tiene que ver con la amistad, la empatía, la serenidad profundas, o con estar engarzados a la realidad tal cual es, sin enajenaciones ni huidas; Jesús nos enseña que los que ahora viven saciados son los más pobres y los que se sienten insatisfechos son los que más abiertos a la vida están; que los que son capaces de mirar con el corazón son los que más entrenados están para mirar como Dios mira y para entender cómo Dios actúa; que los que buscan la justicia y los valores de Jesús más allá de la recompensa que puedan tener, entienden la gratuidad del Reino. Jesús nos pide que busquemos la alegría profunda que encierran todas estas situaciones de contradicción porque ésa es la dicha verdadera, esa es la “verdadera alegría” de la que hablaba San Francisco de Asís.
Javi Morala, capuchino

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