Nosotros, que estuvimos con él, tuvimos bastante pronto la certeza de que estaba vivo. Lo percibíamos en mil detalles: estaba en nuestra cabeza y en nuestro corazón, empezamos a reunirnos en su nombre, recordábamos sus dichos y sus pasos, hablábamos y hablábamos (hasta altas horas de la noche) de sus andanzas, recordábamos uno a uno sus gestos de cariño con nosotros. Estaba vivo en nosotros.
Lo leeréis esta noche en el Evangelio de vuestra celebración: Fueron las mujeres las que dijeron que estaba vivo. Nos costó creerles, nos parecía una locura. Pero no lo era porque el amor que le tuvimos desde el principio no se rompió a pesar del hachazo de su dura muerte. Le seguíamos amando de manera distinta pero bien profunda.
Siempre llegábamos a la misma conclusión: es cuestión de amor. Si no amas, si no te lanzas a amar cada día no entenderás nada de la resurrección de Jesús. No es tanto cuestión de creer, sino de amar.
Cuando se habla de la resurrección hay que hablar de amor. Si esa palabra no sale por ningún lado es que no estamos situando bien la cosa. Porque la resurrección es la certeza de que el amor de Jesús está a nuestro lado en modos más vivos que cuando sus pies hollaban los caminos de Galilea, su tierra.
Por eso, vosotros, los jóvenes, que esta noche celebraréis con gozo la resurrección de Jesús lo que realmente tenéis que celebrar es el amor y sus posibilidades, la certeza de que si te lanzas a amar tu vida será más gozosa. La seguridad de que si tienes quien te ame tienes un amparo y que si tú amas te convierte en amparo para otros.
Leeréis en el Evangelio de esta noche que, tras el anuncio de las mujeres, Pedro “se decidió y echó a correr hacia el sepulcro”. No hay que correr hacia el sepulcro, sino hacia el amor. Ahí está el resucitado latiendo y acompañando nuestra vida.
Si entiendes esto irán entendiendo mejor cuáles son tus verdaderos centros vitales y les irás dando un contenido de mayor humanidad y de mayor espiritualidad. Más aún, es posible que esos centros vitales se desplacen y busquen lugares de más amor. Si logras que el amor se quede en tu casa, tu persona tendrá otra fuerza. Y no olvidéis: el quid de la cuestión no está tanto en que te amen, sino que en tú ames, en que te des, en abras las puerta del corazón (esa puerta que se abre por dentro) y que lo tuyo esté cada día más a disposición del otro.
Para pensar:
- ¿Te parece que vivir desde el amor siempre lleva al gozo?
- ¿En qué parcela del amor crees que tienes que trabajar más?
- ¿En qué puedes amar más hoy mismo?
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