miércoles, 9 de marzo de 2016

VOLVER A CASA

«Cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió». Una mirada buena, llena de bondad y compasión es la que nos salva, la que nos hace cambiar, la que nos convierte en personas queridas y especiales. Una mirada llena de misericordia es la que nos hace sentir que merece la pena volver a intentarlo con todas nuestras ganas. ¿Quién me mira con misericordia cuando caigo? ¿Cómo es mi mirada ante los demás cuando siento que fallan?
   «Y echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo». El Padre sale corriendo y busca el abrazo de su hijo. Sin reproches, ni condiciones, ni castigos. Así es Dios, siempre corriendo con los brazos tendidos hacia quienes vuelven a él. ¿Has sentido el cariño y el perdón a través de un abrazo?
   «Este hijo mío estaba muerto y ha vuelto a la vida; estaba perdido y lo hemos encontrado». Al padre no le preocupa su honor, sólo piensa en su hijo: que no quede destruido, que no siga muerto y que no viva perdido. Él mismo nos descubre lo que hay en su corazón de padre: amor. ¿Qué hay en este momento en mi corazón?

Dios Padre, lleno de misericordia,
acógeme, abrázame y perdona mis pecados.
Concédeme descubrir tu amor incondicional de
Padre que se alegra cuando vuelvo a casa.
Lléname de tu misericordia
para que mire a los demás con tus mismos ojos.
Dame tu perdón para que pueda
comenzar de nuevo junto a Ti.
Amén.

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