Bendice, Señor, nuestra mesa de Nochebuena.
Por una noche, al menos,
deseamos que el mundo sea una gran familia,
sin guerras, sin miseria, sin drogas y sin hambre.
Sin refugiados de ningún color.
Con algo más de música y alegría
y mucha más justicia y solidaridad.
Que nuestra casa, Jesús recién nacido,
acoja tu palabra de amor y de perdón,
de misericordia y benignidad.
¡Que sea la casa de todos!
De todas las mujeres.
De todos los hombres.
De todos los niños.
Sí, ¡de todos los niños!.
Consérvanos unidos.
Danos pan y trabajo durante todo el año.
Danos fuerza y ternura,
para ser personas abiertas y justas,
que luchen, sin cansancios ni desaliento
por un mundo donde haya buenos días
y muchas noches-buenas, como ésta
en que quisiste poner tu tienda entre nosotros.
Tú serás bienvenido, Señor,
siempre a esta casa,
hasta que nos reúnas en la tuya,
al final,
a todos los hombres y mujeres del mundo,
en la alegría inagotable de tu cielo
en el gozo crecido de tu reino sin fin.
Así sea.
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