Es imposible que el Padre se regocije en la situación de sufrimiento de una persona. ¿Entonces qué quiere decir? Una posibilidad de interpretación puede ser entenderlo como “pobreza espiritual”, y así no nos extrañaría ver a Dios complacerse de la capacidad de acogida, desnudez, humildad y minoridad de una persona.
Pero yo lo relacioné con el Camino de Santiago que hemos realizado este agosto pasado. Hemos vivido una pobreza real por las palizas que suponían 9 ó 10 horas andando, la mochila a cuestas, la comida precaria, dormir en habitaciones de 40 con los ronquidos infernales, etc. Y todos hemos vuelto encantados, y Dios se habrá complacido de vernos en esa pobreza, porque hemos aprendido muchísimo a valorar las cosas que tenemos y sobre todo las personas que están cerca de nosotros y nos quieren. Hemos crecido en capacidad de agradecimiento, en alegría de vivir, en capacidad de disfrutar de cualquier cosa: saborear hasta las comidas más intragables; hacer una oración en un porche estrechísimo bajo la lluvia; una simple ducha que sabe a gloria; un bocata de salchichón a media mañana; una partida de cartas con otros peregrinos; una golosina; un abrazo… En medio de la pobreza ¡HEMOS VIVIDO de verdad!
Javier Morala, capuchino
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