Para quienes somos creyentes, también la Iglesia nos hace una llamada a prepararnos para celebrar la Navidad. Tratamos de prepararnos desde el ritmo que nos marca la liturgia, la Palabra de Dios, sobre todo a través de la experiencia del Pueblo de Israel y de la Comunidad Cristiana escrita en la Biblia. Se nos invita a estar preparados, a velar, a orar, a recorrer todo un camino para acoger a este Dios que es el Dios con nosotros, el Dios en nosotros y el Dios entre nosotros.
Al escribir estas palabras y fijarme en el recorrido final de este trayecto, lo primero que viene a mi memoria es el relato de San Francisco de Asís de cómo quiso vivir la Navidad en Greccio. Esta experiencia es la que popularmente hace que unamos a San Francisco de Asís con la Navidad, que lo consideremos el inventor de los belenes, etc. Pero más que centrarme en ese relato, os recuerdo la experiencia y las palabras de Santa Clara de Asís al decir a sus hermanas que “el Hijo de Dios se ha hecho para nosotras camino”. Esta es la afirmación que os propongo para que reflexionemos sobre ella en este mes.
¿Cómo interpreto yo en mi vida esta frase?
¿Cómo lo concreto?
¿Cuál es el camino que se nos propone?
Quienes tratamos de vivir nuestra vida cristiana desde la experiencia de Francisco, cada día somos más conscientes de que él conoció a Jesús en el Evangelio y descubrió en él el tesoro de la humildad. Francisco optó de manera radical por la minoridad y quiso que sus hermanos se llamaran Hermanos Menores. Tal vez esta palabra “minoridad”, nos suena a otra época y nos cuesta entenderla. Pero también es verdad que, en estos tiempos en los que estamos tan preocupados por la búsqueda de la felicidad, del éxito, por conseguir bienes materiales, es cuando cobra todo su sentido. Elegir el camino del menor, optar por una vida sencilla, ir desapropiándonos de los bienes nos posibilita la libertad del corazón y nos acerca a lo esencial.
Si somos de esas personas que creemos que podemos con todo, que lo sabemos todo, que no necesitamos nada… seguramente creamos que tampoco necesitamos a Dios. Por el contrario, si sentimos que todo lo que tenemos es regalo, don, que somos limitados y pequeños… Dios sale a nuestro encuentro. Su presencia nos permite vivir desde la confianza, podemos acercarnos a los otros y descubrir juntos la confianza, la compasión, la sencillez del corazón y la alegría. Navidad nos permite hacer esta experiencia, pues como afirmó Santa Clara, el Hijo de Dios se ha hecho camino.
Benjamín Echeverría, capuchino
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