martes, 4 de diciembre de 2018

ANDANDO POR CAMINOS AZAROSOS

No resulta difícil detectar entre los cristianos de base la sensación de que estamos abrumados. Cada día los periódicos nos sacuden con un terremoto que afecta a personas y situaciones muy sensibles de la comunidad cristiana. A la mañana siguiente, una nueva sacudida. No es fácil vivir “como si no”, porque al pasar la página, tienes un nuevo episodio que te deja perplejo.

Va ser verdad aquello de quien dice que la historia de la Iglesia es la historia de sus múltiples naufragios. Pero, ya desde el principio, queremos apelar a la esperanza y viene a la memoria aquel dicho, harto citado, que se atribuye a Séneca: «El buen piloto, aun con la vela rota y desarmado y todo, repara las reliquias de su nave para seguir su ruta».

Gran gesto de resistencia es recoger los despojos para seguir adelante. Pero hay que preguntarse hacia dónde. O, al menos, hay que hacerse a la idea de que es hora de caminos azarosos, de que estamos en medio del temporal, envueltos en la niebla y que es preciso mantener la fe en que, tras ella, el sol brilla con todo su esplendor.

Por eso nos preguntamos si el Adviento, tiempo de ahondamiento, no podría ser entendido como un manual para andar en tiempo de caminos azarosos, para recorrer sin parálisis, sin amargura, sin excusas, sin engaños, el tiempo tumultuoso en el que estamos envueltos. A ver si va a resultar que, como dice la física cuántica, el caos es una fuerza que se autoorganiza, que hay sendas ocultas bajo los nubarrones más oscuros.

Fidel Aizpurúa

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