Los pasos de San Francisco fueron únicos en primera instancia porque él es único. El nos presenta un camino, pero él no es el camino. El apunta el cómo se puede vivir en observancia del Santo Evangelio, dentro de la Iglesia y reconociendo al único Dios Trino y verdadero. Francisco no nos pide que pongamos atención a su dedo, sino a lo que apunta, que es a Cristo.
En los 800 años de vida del carisma franciscano han habido innumerables testimonios de fe y cada uno tan diferente del otro: La familia franciscana ha estado y está conformada por hombres y mujeres, religiosos y seglares; solteros y casados, jóvenes y ancianos, plebeyos y nobles, mendigos y reyes; intelectuales, científicos y místicos y así todos, en basta diversidad, somos miembros de una misma familia y tan franciscano es el uno como el otro. ¡Qué verdad tan bella!
Vivir el carisma de Francisco es, entre otras cosas más, caminar con nuestros propios pies. Ser uno mismo, pero luchando por ser la mejor versión de uno mismo y poner nuestros talentos personales al servicio de Jesús y su Evangelio para el bien de los demás, en un constante camino de conversión, desde nuestra propia personalidad y libertad.
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