¿A dónde llevó el Espíritu a Jesús cuando tras ser bautizado por Juan dice que lo dirigió al desierto? No sé, eso de imaginarme a Jesús en el desierto durante no sé cuánto tiempo, porque ya sabemos que lo de los cuarenta días es simbólico, me deja un poco indiferente.
El desierto es lo cotidiano, el lugar y el tiempo donde Dios nos habla, se nos revela, donde Dios es. Recuerdo que de joven andaba de retiro en retiro y de convivencia en convivencia y de algunos de esos encuentros volvía más llena y de otros volvía desinflada. La cuestión es que cada vez los necesitaba más y vivía menos en la vida y más fuera de ella hasta que por causas diversas comenzaron a faltarme. Entonces qué, me decía, dónde voy ahora a encontrarme con Dios… uff menos mal que eso ya pasó.
¡La vida! La vida, el día a día es el encuentro. Ahí es donde surgen todas las experiencias y se dan todas las tentaciones. Ahí es donde el Espíritu empujó a Jesús, a la vida, a sus calles y sus gentes, a sus idas y venidas con todas las tentaciones y ahí día a día Jesús le dijo a Satanás y a sus impulsos cotidianos: ¡no! No voy a ser más que estos, no voy a conseguir el pan fácilmente, no voy a permitir no vivir la vida hasta sus últimas consecuencias… y así me siento salvada y redimida.
Así que en los caminos de esta vida, durante los “cuarenta días” que sean necesarios para tener una experiencia personal de Dios seguiré dejándome hallar por el Dios que sale a mi encuentro.
Clara López
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