He leído en un par de horas este librito de Pablo d’Ors. Es un libro pequeño: mide 10x5,5cm y apenas son cien paginitas. Pablo es un cura de Madrid, descendiente de Eugenio d’Ors, que trabaja como capellán de hospital y también acompaña un seminario de entrenamiento espiritual denominado Buscadores de la Montaña. Y escribe; tiene varios libros, el último esta “Biografía del silencio”.
“Basta un año de meditación perseverante, o incluso medio, para percatarse de que se puede vivir de otra forma. La meditación nos con-centra, nos devuelve a casa, nos enseña a convivir con nuestro ser, agrieta la estructura de nuestra personalidad hasta que, de tanto meditar, la grieta se ensancha y la vieja personalidad se rompe y, como una flor, comienza a nacer una nueva. Meditar es asistir a este fascinante y tremendo proceso de muerte y renacimiento”.
Es un libro testimonial; quiere dar cuenta de un camino largo de meditación, un camino que ha transformado su biografía personal. La insatisfacción, el atractivo del silencio, la fidelidad y el permanecer, los muchos aprendizajes, las idas y vueltas, el sobrio encanto de caminar por la estepa del silencio, el mundo nuevo al que se abre, la soledad y la necesidad de algún que otro ‘maestro’, la fragilidad de todo…
Entrar en el silencio es entrar en el Ser, en el Vivir; en el Misterio, en la Presencia, en la Gratuidad, en una profunda Confianza, en el arte de la Espera y la Esperanza. Pablo d’Ors dice que el camino del silencio ha sido para él un nuevo nacimiento…
Creo que la fuerza del librito es que lo que hay detrás es un testimonio, un camino personal recorrido y pensado. No es nada novedoso en nuestro hoy, (en nuestra vida personal-comunitaria, humana-cristiana), hablar de los ruidos y de la necesidad del silencio, de su atractivo y de las dificultades. Quizás nos cuesta más el animarse y decidirse a hacer caminos concretos y largos, sencillos pero fieles; pensados, con una cierta intencionalidad… Atreverse a entrar de verdad en el silencio; pacientemente, pues es una inversión a largo plazo.
Un libro precioso; que provoca, que exhorta, que invita… Que vale la pena leerlo en un par de horas y vivirlo a lo largo de todos los días, en una propia “biografía del silencio”.
“Basta un año de meditación perseverante, o incluso medio, para percatarse de que se puede vivir de otra forma. La meditación nos con-centra, nos devuelve a casa, nos enseña a convivir con nuestro ser, agrieta la estructura de nuestra personalidad hasta que, de tanto meditar, la grieta se ensancha y la vieja personalidad se rompe y, como una flor, comienza a nacer una nueva. Meditar es asistir a este fascinante y tremendo proceso de muerte y renacimiento”.
Es un libro testimonial; quiere dar cuenta de un camino largo de meditación, un camino que ha transformado su biografía personal. La insatisfacción, el atractivo del silencio, la fidelidad y el permanecer, los muchos aprendizajes, las idas y vueltas, el sobrio encanto de caminar por la estepa del silencio, el mundo nuevo al que se abre, la soledad y la necesidad de algún que otro ‘maestro’, la fragilidad de todo…
Entrar en el silencio es entrar en el Ser, en el Vivir; en el Misterio, en la Presencia, en la Gratuidad, en una profunda Confianza, en el arte de la Espera y la Esperanza. Pablo d’Ors dice que el camino del silencio ha sido para él un nuevo nacimiento…
Creo que la fuerza del librito es que lo que hay detrás es un testimonio, un camino personal recorrido y pensado. No es nada novedoso en nuestro hoy, (en nuestra vida personal-comunitaria, humana-cristiana), hablar de los ruidos y de la necesidad del silencio, de su atractivo y de las dificultades. Quizás nos cuesta más el animarse y decidirse a hacer caminos concretos y largos, sencillos pero fieles; pensados, con una cierta intencionalidad… Atreverse a entrar de verdad en el silencio; pacientemente, pues es una inversión a largo plazo.
Un libro precioso; que provoca, que exhorta, que invita… Que vale la pena leerlo en un par de horas y vivirlo a lo largo de todos los días, en una propia “biografía del silencio”.
Jesús Torrecilla, capuchino
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