lunes, 18 de febrero de 2013

UBI CARITAS

No te extrañe el título: es latín, y el título y el contenido de una canción religiosa cristiana que recoge muy bien el sentir y el pensar de la primera carta del apóstol san Juan y de su Evangelio. Su traducción es sencilla: “donde hay caridad”.
   La última vez que la oí y medio la pude cantar por la emoción fue en el Cenáculo, en Jerusalén. El lugar - dice la tradición - que es el sitio donde Jesús celebró la última cena con sus discípulos, pero de aquel tiempo solamente debe quedar la localización, pues el edificio actual se remonta a los cruzados, transformado por los musulmanes en mezquita; la historia está escrita por todos los rincones y cantan los diversos elementos arquitectónicos su origen y su pertenencia. La sala es amplia, con unas gruesas columnas en el centro, que sostienen unos techos abovedados. El ambiente respira amplitud, sobriedad, recogimiento.
   Nosotros llegamos después de haber recibido del hermano Rosendo, que era nuestro guía, tanto las explicaciones necesarias sobre su origen, evolución histórica y situación actual como las serias advertencias de que en ese lugar no se podía hablar, ni hacer ningún acto religioso; razón por las que todas las explicaciones nos las había dado antes, en la calle, junto a la estatua del rey David (también algo maltratada por los vándalos callejeros, dicho sea entre paréntesis, y por alguien quiere hacer comparaciones sobre ciertos aspectos de la globalización).
   La sala ya estada ocupada por personas individuales o pequeños grupos que, en silencio, rezaban o reflexionaban; otros grupos entraban, miraban por todos los rincones pensando que se irían a encontrar algo, y continuaban su ruta. Nuestro grupo, que era muy numeroso, se disperso por toda la sala procurando hacer el menor ruido posible, aunque con algún que otro cuchicheo. Alguien entonó el Ubi Cáritas que todos seguimos y al que se unieron también algunas chicas que estaban por allí… Lo que me emocionó (y no estaba emocionado yo solo, que conste), no fue el recuerdo de la liturgia del Jueves Santo con todo el significado que tiene y en aquel lugar, sino una revelación. No penséis tonterías: la revelación es igual que comprensión, que tal vez para otros ha estado claro desde hace tiempo, pero que yo vi en aquel momento con más claridad y verdad: Jesús, Amor, entrega por y para el hombre, no estaba allí, o no estaba allí exclusivamente, sino que se hace presente, está presente, en cualquier lugar del mundo donde hay amor.

Francisco Luzón, capuchino

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