El pasado miércoles iniciábamos un nuevo tiempo litúrgico: la Cuaresma. ¡Todos estamos enterados! Unos, los menos, por haber participado ese día en la ceremonia de la imposición de la ceniza; otros, los más, por el ruido de los carnavales. En todo caso no hay que ser excesivamente críticos con este carnaval de tres días; más preocupante es el de los restantes días del año. Y no deberíamos pasar por alto ciertos presupuestos oficiales orientados a promocionar carnavales, cuando hay familias sin vivienda, sin trabajo; con la cara desfigurada no por máscaras de cartón, sino por las huellas del hambre, de la angustia y la desesperación.
Iniciamos la cuaresma; y lo hemos hecho con una ceremonia que invitaba a la reflexión y a la decisión: la imposición de la ceniza, acompañada de unas palabras de Jesús: Convertíos y creed en el Evangelio (Mc 1,15).
Conversión, una palabra muy usada, pero una realidad todavía por estrenar. Palabra a la que ya nos hemos acostumbrado, pero que, sin embargo, es palabra de Cristo que hay que proclamar “a tiempo y a destiempo” (II Tm 4,2), y que, también, hay que rescatar de un uso rutinario y ritualista.
Se nos ha insistido tanto y durante tanto tiempo en los ayunos y abstinencias que hemos terminado por identificar la Cuaresma con una especie de dieta gastronómica. Hay que ayunar y abstenerse, pero no solo de un poco de carne. En todo caso, la Cuaresma no es solo tiempo de abstenerse sino de entregarse a una múltiple tarea.
Iniciamos la cuaresma; y lo hemos hecho con una ceremonia que invitaba a la reflexión y a la decisión: la imposición de la ceniza, acompañada de unas palabras de Jesús: Convertíos y creed en el Evangelio (Mc 1,15).
Conversión, una palabra muy usada, pero una realidad todavía por estrenar. Palabra a la que ya nos hemos acostumbrado, pero que, sin embargo, es palabra de Cristo que hay que proclamar “a tiempo y a destiempo” (II Tm 4,2), y que, también, hay que rescatar de un uso rutinario y ritualista.
Se nos ha insistido tanto y durante tanto tiempo en los ayunos y abstinencias que hemos terminado por identificar la Cuaresma con una especie de dieta gastronómica. Hay que ayunar y abstenerse, pero no solo de un poco de carne. En todo caso, la Cuaresma no es solo tiempo de abstenerse sino de entregarse a una múltiple tarea.
- Tarea de silencio, para escuchar con nitidez la voz de Dios (2ª lectura) y las urgencias del prójimo. Hacer silencio para madurar la propia palabra y hacer que ésta sea cristiana.
- Tarea de reencuentro. Vivimos en una diáspora existencial, dispersos interior y exteriormente, divididos… El hombre necesita reencontrarse, y el cristiano ha de reencontrarse en Dios.
- Tarea de descubrimiento. El de nuestra propia verdad - que casi siempre es pobre -, y el de la verdad de Dios -que siempre es salvadora-.
- Tarea de reajuste. Mis caminos no son vuestros caminos (Is 55,8). Quizá sea necesario reorientar nuestros pasos por la ruta de Dios; quizá tengamos que desandar caminos…
Las lecturas bíblicas de este domingo nos hablan de la fe en un Dios cercano al hombre, convertido en acompañante permanente de su historia, presente en todos sus avatares. Una fe que es confesión agradecida de la experiencia de Dios en la propia vida, porque el credo no puede reducirse a un enunciado teórico (Dt). La verdadera fe, además, debe llevar, como nos recuerda san Pablo (Rom), a la coherencia, a sintonizar los labios y el corazón -este pueblo me honra solo con los labios…(Mt 15,8)-. Y, finalmente, toda fe verdadera necesita pasar por la prueba, verdadero control de calidad. También la fe de Jesús, fue probada. Como el primer hombre (Gn 3), y como todo hombre, Jesús estuvo expuesto a la tentación. ¡Y a qué tentaciones! La del materialismo (1ª), la del poder (2ª) y la de la religión (3ª), pretendiendo convertir a Dios en paracaídas, para satisfacer la propia vanidad. Y, como apuntamos más arriba, no fueron éstas las únicas. Pero Jesús no solo venció la tentación sino que la iluminó, la desveló. Y así nos enseñó no sólo a vencer, sino a cómo vencer. Vencer la tentación no es solo no consentir, decir no, sino iluminar la situación tentadora, desenmascarar su ambigüedad y su mentira -pues toda tentación se presenta como salvadora y portadora de felicidad- desde la palabra de Dios. No hay que huir, sino hacer frente; huyendo se rehuye la solución. Jesús nos ha enseñado a afrontar la tentación desde la oración -no nos dejes caer en la tentación (Mt 6,13)- y desde la decisión responsable. A esto nos invita la Cuaresma.
REFLEXIÓN PERSONAL
.- ¿Qué te sugieren las tentaciones de Jesús?
.- ¿Cuáles son tus tentaciones más habituales?
.- ¿Las iluminas en la oración, desde la palabra de Dios?
.- ¿Con qué actitud afrontas la Cuaresma?
REFLEXIÓN PERSONAL
.- ¿Qué te sugieren las tentaciones de Jesús?
.- ¿Cuáles son tus tentaciones más habituales?
.- ¿Las iluminas en la oración, desde la palabra de Dios?
.- ¿Con qué actitud afrontas la Cuaresma?
Domingo Montero, capuchino
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