jueves, 18 de abril de 2019

JUEVES SANTO: DÍA DEL AMOR QUE NUNCA SE CANSA

Hay personas que nunca se cansan de amar, que no sucumben ni al cansancio ni al abandono. Entre las víctimas del accidente aéreo de Etiopía del mes pasado había una cooperante de una ONG, la gallega Pilar Martínez, que iba a trabajar en Kenia. Ni siquiera llegó a su destino. Su amor por los humildes le llevó a poner en juego su vida. Y la perdió. Uno se pregunta ¿por qué no se cansa la buena gente de hacer el bien? No hay respuesta para esa honda actitud.

O sí la hay: no se cansan porque les habita el amor verdadero al otro. Y el amor de calidad es incansable. Justamente es eso lo que celebramos en el Jueves Santo si sabemos darle la vuelta al mero rito, a la mera costumbre. Un amor que nunca se cansa, ése es el amor de Jesús. Amó hasta el final. Lo intentó hasta el final.

Cuando todo estaba perdido, él dio a Judas un pan untado, signo del amor con que las madres dan a sus niños un pan untado, como para decirle: tú me fallarás, tú me traicionarás, pero yo te sigo amando porque no puedo hacer otra cosa sino amarte, y porque no me canso de amarte aunque tú me hayas descartado. Es una maravilla el amor incansable de quien ama a fondo.

Francisco de Asís tenía por sus hermanos un amor de esa clase. Por eso le escribía al superior de una comunidad en la que un hermano iba por extraños derroteros: “Ámalo más que a mí y mil veces que pecare en tu presencia, perdónale mil veces”. Un amor que se cansa, aun con razones, no es el amor de aquellos que queremos seguir a Jesús y apreciamos a Francisco.

San Pablo repetía una y mil veces a sus amigos de Tesalónica: no os canséis de hacer el bien. Porque el desaliento es vecino de quien hace el bien y su voz es insidiosa: deja de hacer el bien, no se merece que te portes bien con él, no le des la razón que no tiene. Y desde esos principios, el bien se amilana, se acobarda y, fatigado, se abandona.

Hay un poema hermoso de Mario Benedetti que dice: “No te rindas, por favor no cedas, aunque el frío queme, aunque el miedo muerda, aunque el sol se esconda, y se calle el viento”. No se trata de ser ciego, de no saber ver las cosas, de no querer discernir. Se trata de resistir a la tentación del abandono cuando las cosas no vienen bien dadas.

En este Jueves Santo, si le das la vuelta, verás en el fondo el terco y fiel amor de Jesús por cada uno de nosotros. Si queremos celebrarlo bien habríamos de ir pensando en ser constantes en el amor, en no tirar la toalla al primer fallo, en dar segundas oportunidades. Nadie dijo que amar fuera fácil.

Para pensar, rezar o dialogar:
  1. ¿Por qué nos cuesta tanto ser constantes en amar?
  2. ¿Por qué no damos segundas oportunidades?
  3. ¿Te encanta el perfil de un Jesús que ama sin cansarse?

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