- Levantarse cada mañana será muy diferente sabiendo que Él nos espera en cualquier lugar, en cualquier circunstancia, en cualquier situación...
- Encontrarse con la familia, los vecinos, los amigos, los compañeros de trabajo o de colegio y, sobre todo, con los más pequeños, será un sacramento: pues Él se hará presente en cada uno de ellos.
- Sonreír se convertirá en una actividad medicinal, curativa, pues surgirá de un corazón resucitado, aliviando, inmediatamente, las penas y recetando esperanza y ganas de vivir.
- Estudiar no será solo para el aprobado, sino sobre todo para ensanchar la mente y el espíritu y poder compartir más y mejor los talentos que Él sigue poniendo en cada uno de nosotros.
- Fracasar seguirá existiendo en el diccionario, pero tendrá otro significado. Me explico: nos caeremos las mismas veces, incluso más, pero Él nos levantará una, dos, tres, cien..., las veces que sean necesarias. Tan solo tenemos que darle la mano.
- Orar pasará a ser algo tan común como respirar o moverse. Hablar, amigablemente, amorosamente con Él, que se manifiesta vivo y presente en nuestras vidas, será algo fantástico, maravilloso.
- Hallaremos el cielo, la Felicidad, en la tierra (en nuestros ambientes) pues el cielo es Él y Él está vivo en nuestros corazones.
- Creeremos en Él de una manera dichosa, festiva, pues, desde que Él resucitó, la fe es una manera gozosa de entender el mundo, la vida.
- El miedo a los problemas, a la enfermedad, a la mediocridad, a la muerte... se verá eclipsado por la Vida y la Paz de Aquel que está entre nosotros y dentro de nosotros.
- Vivir será ir muriendo poco a poco, paso a paso, pedazo a pedazo. Gastándonos y desgastándonos por el otro, partiéndonos y compartiéndonos por el otro... hasta llegar a habitar, un día y para siempre, en el Corazón del Resucitado.
José María Escudero
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