martes, 23 de febrero de 2021

¿QUÉ DICEN LOS EVANGELIOS SOBRE LA GENEROSIDAD?

No es que los evangelios reporten una doctrina organizada sobre la generosidad. Pero da la impresión de que es “salsa” para todos los guisos. Por lo que se puede decir que la propuesta de Jesús no se puede entender bien desde la tacañería, la racanería y el egoísmo del “todo para mí”. La propuesta de Jesús es para corazones generosos.

Más aún, no cabe duda de que uno de los rasgos del perfil de Dios que Jesús nos propone es el de un Dios generoso. Los mecanismos religiosos tienden a inocularnos la idea de un Dios tacaño al que hay que pedirle mucho para que nos otorgue lo que necesitamos. Ese modo de entender al Dios de Jesús se hace incomprensible. Dios es Dios de generosidad total, de gracia sobreabundante (Rom 5,20).
  • Se anima a dar porque “se os dará”, es decir, porque ya se os ha dado (Lc 6,38). Comprender la generosidad de un Dios que se nos da a nosotros sin medida es lo que ha de hacernos generosos con los demás. Así es, ya antes que nosotros demos se nos ha dado una medida “remecida”. Rebosante.
  • A la hora de dar hasta las campanas tiemblan, dice el dicho popular. Y, por eso, no solo damos con cuentagotas, sino que seleccionamos muy bien a quien damos para que lo utilice bien, para que nos pueda devolver el favor, o por otros intereses. Pero el evangelio propone que no hagamos cálculos a la hora de dar y que seamos generosos con cualquiera que demanda nuestra ayuda (Lc 6,30).
  • Más aún, los grandes milagros de la vida parten de pequeños gestos de generosidad (como se ve en Jn 6,9: dos panes de cebada y dos pescaditos en salmuera). Porque para el planteamiento de Jesús lo importante no es la cantidad sino en el amor del corazón con el que se da.
Texto: Mt 20,1-16: «El reino de los cielos se parece a un propietario que al amanecer salió a contratar jornaleros para su viña. Después de ajustarse con ellos en un denario por jornada, los mandó a la viña.Salió otra vez a media mañana, vio a otros que estaban en la plaza sin trabajo y les dijo: “Id también vosotros a mi viña y os pagaré lo debido”. Ellos fueron. Salió de nuevo hacia mediodía y a media tarde, e hizo lo mismo.Salió al caer la tarde y encontró a otros, parados, y les dijo: “¿Cómo es que estáis aquí el día entero sin trabajar?”. Le respondieron: “Nadie nos ha contratado”. Él les dijo: “Id también vosotros a mi viña”.Cuando oscureció, el dueño dijo al capataz: “Llama a los jornaleros y págales el jornal, empezando por los últimos y acabando por los primeros”. Vinieron los del atardecer y recibieron un denario cada uno.Cuando llegaron los primeros, pensaban que recibirían más, pero ellos también recibieron un denario cada uno. Al recibirlo se pusieron a protestar contra el amo: “Estos últimos han trabajado solo una hora y los has tratado igual que a nosotros, que hemos aguantado el peso del día y el bochorno”.Él replicó a uno de ellos: “Amigo, no te hago ninguna injusticia. ¿No nos ajustamos en un denario? Toma lo tuyo y vete. Quiero darle a este último igual que a ti. ¿Es que no tengo libertad para hacer lo que quiera en mis asuntos? ¿O vas a tener tú envidia porque yo soy generoso?”. Así, los últimos serán primeros y los primeros, últimos».
  • El perfil de un Dios generoso molesta a quien ha trabajado, aunque haya recibido lo convenido. No tolera la generosidad de Dios que da la misma cuota de dicha a todos, la merezcan o no. En el fondo, el mecanismo religioso quiere hacer a Dios deudor nuestro, no generoso benefactor.
  • Dios obra con la libertad del amor. Y, sin hacer perjuicio a nadie, se vuelca en el débil y necesitado no porque lo crea mejor que el fuerte, sino porque su debilidad le hace acreedor de una cuota más alta de amor. Eso es lo que no entiende quien mide todo con los parámetros de la mera justicia, justicia que, lógicamente, Dios no se la salta. Pero su generosidad va más allá.
  • El perfil de un Dios generoso, derrochón, espléndido no entra, a veces en el cálculo religioso que funciona con el parámetro de los méritos debidos, no del amor y la necesidad. El Dios de Jesús, no cabe duda, es el Dios de la total generosidad. Aducir méritos es no entenderlo.
  • Por eso, ante él, todos estamos en el mismo nivel, últimos y primeros igualados. Creerse en niveles distintos, con exigencias por los servicios prestados es no haber entendido la propuesta de Jesús, propuesta de generosidad.

Aplicación: Una derivación de este texto es cómo construir una ética de generosidad política para el perdón social difícil. Es requisito imprescindible el de una fe inquebrantable en las posibilidades de cambio humano. Si se descree de ello, la cosa resulta imposible. Porque, dado el pertinaz comportamiento inhumano de la persona a lo largo de las épocas, la certeza de la imposibilidad del logro de un corazón humano, de “carne”, aparece en ocasiones como imposible. La persistencia en el amor político de muchas personas a lo largo de la historia testifica acerca de una inquebrantable fe en la posibilidad de cambio, de mejora, de manera distinta de vivir. Una «nube de testigos» corrobora con su vida, y no pocas veces con su muerte, esta fe. “Son profetas que nos dirigen una palabra viva e inquietante que nos ayuda a salir de la situación engañosa en la que fácilmente quedamos atrapados”. Esa situación engañosa no es otra sino la idea extendida y profundizada de que cambiar a mejor es imposible. Por eso mismo el amor político “canta en la noche”, como diría B. Brecht, y resiste al amargor de la vida haciendo que no sea superior al disfrute y a la alegría de vivir entre humanos. 

Tanto organizaciones públicas como personas privadas están empeñadas en trabajar el minado camino de la convivencia entre víctimas y victimarios. Una condición para la memoria y la convivencia es que los victimarios hagan un reconocimiento del daño causado, que quede claro el reconocimiento social del sufrimiento de las víctimas. Y otra condición es que las víctimas, por encima de su hondo sufrimiento, se sitúen en un terreno de una cierta confluencia, lo más alejada posible del odio, la revancha y la venganza. 

En segundo lugar, otro criterio para una ética de generosidad política es la flexibilización del paradigma, la creencia de que no hay modelos únicos de convivencia, la certeza de que se pueden proponer maneras alternativas, siquiera parciales, para poder llegar a una convivencia en un sistema flexible. La radicalización de los sistemas no lleva más que a la exclusión.

Y, finalmente, una lectura rápida y superficial del acontecer social puede llevarnos a creer que solamente existen modos sistematizados de vida, caracterizados en esta época nuestra por el denominador del poder y del lucro (el tan traído y llevado neoliberalismo). Y es cierto que las estructuras sistémicas van por ahí arrastrando en esa enorme corriente no solamente a quien se beneficia de esta orientación, sino también a quien no quisiera ir por ahí, o eso es lo que dice, y se ve obligado a entrar en el torbellino de un crudo neoliberalismo.

Fidel Aizpurúa, capuchino

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