A mí también me pasa. Este mundo tan aparente, contradictorio, complicado, ha ido llenando mi vida de prisa, de ruido, de falta de conexión. Me ha hecho complicada, con la necesidad de un gran folleto de instrucciones para poder entenderme a mí misma cuando la vida aprieta y como no logro entenderme ni aceptarme, entonces me agobio y viene la ansiedad. Y es que se me olvidó lo más sencillo de esta vida: respirar y respirar… en Dios.
Cuando Jesús en los últimos días de su vida se vio envuelto en la aventura de tener que entrar en Jerusalén para celebrar la Pascua, buscó la manera más sencilla de hacerlo, otra cosa es que la gente se lo complicara. Sin hacer alardes, sin aparentar lo que no era, aceptó montar su vida en un burrito y fluir con el clamor del pueblo. Dejarse hacer, bailar con lo que tocaba… sin juzgar la pretensión de la gente, a pesar de saber que sería una razón más para las autoridades de Israel para condenarlo a muerte. El gesto no fue gratuito pero hasta ahí se vislumbra claramente la forma sencilla de vivir de Jesús.
Así que volviendo al principio, para esta Cuaresma, antes sencilla, que muerta por dentro víctima del juicio, la apariencia, el autoengaño y la desconexión. No sé si lo conseguiré pero es un comienzo.
Clara López
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