domingo, 26 de marzo de 2023

UNA MIRADA CORONADA

La pasada semana estuve en un curso en Madrid sobre espiritualidad franciscana y en uno de los puntos el ponente nos habló de la importancia del rostro de las personas. En un rostro queda dibujado el pasado y el presente de las personas y es el modo más claro de acercarse a una realidad. Un rostro reflejará cansancio, tristeza, amargura, soledad… o ganas de vivir, esperanza y fortaleza. Un rostro te llevará siempre a una experiencia concreta y nunca te dejará indiferente, pero claro, esto sucederá siempre y cuando nos paremos aunque sea un instante a mirarlo de verdad.

Unida a esta reflexión que tuve la suerte de escuchar, el fin de semana acudí a una representación-concierto de la Pasión que puso en escena una coral donde en un momento determinado, Pilato y Jesús quedan frente a frente, y durante toda la interpretación del tema musical permanecen en silencio rostro frente a rostro sosteniéndose la mirada.

No pude por menos que imaginar aquellas dos miradas de Pilato y Jesús en el momento de la condena en aquella mañana del viernes, encuadradas en esos dos rostros con sus historias grabadas en cada gesto, uno bajo una corona de laurel y otro bajo una corona de espinas. Tengo muy claro que Jesús, con esa mirada penetrante que debía tener sí pudo mirar de frente el rostro de Pilato y no juzgarle pero… ¿y Pilato, pudo mantenerle la mirada a Jesús?

Ahora vuelvo a mí y me interrogo: ¿miro a los rostros que pasan por mi vida? y si los miro, ¿cómo lo hago? “Saber mirar es saber amar”, pero para mirar hay que pararse , tomar distancia y no juzgar y esto lo puedo hacer con respecto al otro y a mí, porque, y ahí va otra frase, “solo se ama lo que se conoce”. Conocernos es la mayor aventura que podemos vivir y eso no se acaba nunca, así que tomemos aliento y recorramos el camino que lleva al corazón de Dios que está en el otro y en nosotros mismos y que tiene la puerta en la mirada que hay en cada rostro. ¿Te atreves?

Clara López

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