Seguir a Jesús significa vivir como Él vivió: anunciando, siempre en camino, el Reino de Dios. El modelo de vida itinerante nos centra en lo fundamental (1R 9,1; 2R 6,2). Nuestra tradición franciscana nos invita al seguimiento de Cristo pobre y desnudo, descubriendo que su pobreza libera de lo superfluo y su desnudez nos introduce en el misterio de la verdad: Nudus nudum Christum sequi (LM 2,4; Const 60,5).
La vida de Francisco se llena de preguntas: ¿por qué los hombres se matan unos a otros? ¿Por qué la pobreza y la exclusión? ¿Por qué el sufrimiento? Camino hacia la Pulla, en su intento de convertirse en caballero, un sueño le despierta: ¿a quién quieres servir: al siervo o al Señor? (TC 6). Francisco comprende que quien huye de sí mismo nunca se encuentra. Tiene que abandonar su armadura, bajarse de su caballo y de su orgullo, pasar por cobarde y fracasado, y volver a empezar. Desentrañar el sentido de aquel sueño en Espoleto le llevará toda la vida (AP 6; 2Cel 6).
Vivir es intentarlo siempre de nuevo. El horizonte permanece abierto para recordarnos que el sentido de la vida se construye paso a paso, que el camino está lleno de las huellas que desvelan una parte del misterio. Nos toca buscar con pasión y caminar con confianza.
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