La Palabra de Dios nos recuerda que todos estamos llamados a recorrer el mismo camino que los discípulos para experimentar a Jesucristo vivo en nuestra vida. Es lo que hicieron quienes habían vivido con Jesús. Partían de una pérdida, de su muerte, y por eso les costó experimentarlo vivo. Seguían mirando hacia atrás y no les fue fácil entender que Jesús había resucitado.
Tras la muerte de Jesús todos volvieron a sus tareas preguntándose si había merecido la pena esos años de vida compartida con Jesucristo. Todo había terminado. Esa sensación de fracaso, de dolor, de derrota, hacía difícil reactivar la esperanza. Cuando estamos marcados por el desengaño nuestro corazón tiende a resignarse porque no queremos volver a decepcionarnos.
La espiritualidad y la dinámica de este tiempo de Pascua nos lleva a la vida. La misma creación, con su dinámica de renovación tras el invierno nos invita a ello. Es la Pascua florida, “día de la creación nueva y siempre renovada”. Dondequiera que estés en tu vida, sea cual sea el momento por el que estés pasando, nos encontramos con un mensaje que nos anima a buscar, a no desanimarnos, a recorrer ese camino de encuentro con el Resucitado, por quien nos sentimos amados, para convertirnos en testigos suyos.
En ese recorrido nos fijamos en dos de los discípulos preferidos de Jesús, en Pedro y Juan. En la mañana de resurrección ellos corren al sepulcro alertados por María Magdalena, preocupada poque no sabe dónde está el cuerpo de Jesús. Los dos corren. Pedro, más viejo, se queda atrás y llega más tarde. Podemos imaginar que Pedro y Juan nos presentan dos formas de buscar al Señor. Pedro puede reflejar la imagen de una fe cansada, que quiere correr, pero no puede. Es una fe marcada por la negación y por eso necesita todo un proceso de reconciliación. Juan, el discípulo joven, el discípulo amado, siempre ha tenido la experiencia de sentirse querido y amado por Jesús. Permaneció con él hasta la cruz y anhela volver a encontrarse con su maestro. Es la imagen de una fe joven, centrada en el amor y eso le basta para creer.
Es la Pascua. Tiempo en el que ha de resonar en nosotros la música del Evangelio. El papa Francisco nos recuerda que "si la música del Evangelio deja de vibrar en nuestras entrañas, habremos perdido la alegría que brota de la compasión, la ternura que nace de la confianza, la capacidad de reconciliación que encuentra su fuente en sabernos siempre perdonados?enviados… Otros beben de otras fuentes. Para nosotros, ese manantial de dignidad humana y de fraternidad está en el Evangelio de Jesucristo”. (FT 277).
Benjamín Echeverría, capuchino
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