El itinerario Cuaresmal nos ha confirmado en la certeza de que la dignidad de Jesús nos dignifica, de que la suya es una fuente de dignidad de la que todos bebemos en el marco concreto de nuestra sencilla vida. Esta realidad “entre dos nadas”, como decía F. Brines, está iluminada, siquiera tenuemente, por la cierta dignidad de un Jesús que nos dignifica.
La Pascua nos lleva a algo más: es una profesión de vida más que una profesión de fe. No se cree en un dogma, sino en una vida que bulle. No se cree en una doctrina, sino en una vida que late. No se cree en lo que dice el catecismo, sino en lo que habla el corazón
Esa es nuestra certeza Pascual: JESÚS, CREEMOS EN TU VIDA. No tanto en tu doctrina, en tu Iglesia, en tus liturgias, sino en la verdad de tu vida. Esa es nuestra máxima verdad, de ella bebe nuestra fe.
Tal ha de ser la luz que nos guíe en esta Pascua. Algo nos dice que, desde ahí, la Pascua de este año puede ser para nosotros una Pascua fecunda.
Fidel Aizpurúa, capuchino
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