En tiempo de Jesús había en el judaísmo una ley que se llamaba la ley de levirato. Tal ley dice que si una mujer queda viuda sin descendencia, la tome su hermano como mujer para que no se pierda el apellido.
¿Pero qué pasa si uno, llegado el caso, no cumple la ley? Se le escupe en el rostro, paga una multa y se le desata la correa de la sandalia. Esto es lo nuestro.
¿Qué quiere decir el Bautista? Que Jesús ha sido el buen marido, el que ha cumplido la ley de proteger al desamparado, que nadie tiene, pues, derecho a desatarle la correa de la sandalia.
O sea: se está queriendo decir que nuestra vida nunca está sola, que habríamos de cultivar la certeza de que Jesús acompaña nuestros pasos, que nunca estamos dejados de la mano de Dios. La fuerte soledad que a veces experimentamos en nuestra vida podría ser mitigada por esta certeza de que Jesús hace camino con nosotros.
Aunque estar a solas en momentos puntuales puede ser positivo, sentirse solo es una de las peores sensaciones que puede experimentar el ser humano. En realidad, las personas somos seres sociales y a nadie le gusta estar aislado o marginado. Cuando nos damos cuenta de que realmente estamos solos es cuando necesitamos más a otros.
Pues bien, celebrar la Navidad es ahondar en la certeza de que la nuestra es una vida acompañada. Eso puede llevarnos a acompañarnos unos a otros con más generosidad. Esa sí que sería una buena manera de vivir la Navidad.
Fidel Aizpurúa, capuchino
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