¿Cómo contribuir a ese cambio, como podemos hoy ser luz?
- Intenta valorar lo bueno de los demás: todo el mundo tiene algo bueno. Intentemos valorarlo, pongamos el acento ahí, cambiemos la mirada.
- Agradece lo que está bien hecho: no se trata de adular, sino de agradecer lo que los demás hacen bien, que suele ser bastante.
- Bendice y no maldigas: la bendición genera humanidad. El Papa dice que hay que bendecir incluso a quienes quieren vivir en pareja homosexual. ¡Qué menos! Son personas y en su amor está Dios.
Recordamos un breve cuento de Eduardo Galeano: "Un hombre del pueblo de Neguá, en la costa de Colombia, pudo subir al alto cielo. A la vuelta contó. Dijo que había contemplado desde arriba, la vida humana. Y dijo que somos un mar de fueguitos. -El mundo es eso -reveló- un montón de gente, un mar de fueguitos. Cada persona brilla con luz propia entre todas las demás. No hay dos fuegos iguales. Hay fuegos grandes y fuegos chicos y fuegos de todos los colores. Hay gente de fuego sereno, que ni se entera del viento, y gente de fuego loco, que llena el aire de chispas. Algunos fuegos, fuegos bobos, no alumbran ni queman; pero otros arden la vida con tanta pasión que no se puede mirarlos sin parpadear, y quien se acerca se enciende".
Somos fuego que ilumina; seamos fuego que ilumina y calienta. Hoy hacemos nuestro aquel hermoso canto de Taizé: “En nuestra oscuridad, enciende la llama de tu amor. Señor”. Que tengamos este año una Navidad luminosa.
Fidel Aizpurúa, capuchino
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