Sin embargo, este modo de relacionarse con la naturaleza fue fruto de un proceso largo de reconciliación con Dios, consigo mismo, con los hermanos y con toda la realidad que le tocó vivir. Cuando hablamos de Francisco como hermano universal, hermano de todos y de todo cuanto existe, no es en un sentido romántico, sin conflictos ni dificultades dolorosas. Francisco en su seguimiento a Jesús pobre y crucificado, se ve hermanado incluso con aquellas realidades que no nos resultan fáciles de entender: “Loado seas, mi Señor, por los que perdonan por tu amor y sufren enfermedad y tribulación. Bienaventurados aquellos que las sufren en paz, pues por ti, Altísimo, coronados serán”.
Cuando hablamos de fraternidad según la espiritualidad franciscana, en ella van incluidas las criaturas animadas e inanimadas. La ecología nos ayuda a ello. Pero más allá del respeto y cuidado de la naturaleza, es también un modo de plantearse la vida. La vida no es para poseer y producir más, sino para promover una humanidad más fraterna intentando una paz universal que abarca el cosmos. Ahí no es nada.
Y tanto es esto, que Francisco termina su cántico llamando hermana a la muerte. Por lo tanto, lo que nos hermana incluso con la muerte no es nuestro deseo sino Dios que integra toda la realidad.
Carta de Asís, octubre 2024
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