Para decir palabras buenas tenemos que superar hoy la llamada “cultura del desprecio”, esa actitud ante quien piensa distinto que no solamente lo ve como un adversario, sino también como alguien a quien despreciar y maltratar con palabras hirientes. Es la anomalía social de que al mero hecho de tener puntos de vista diferentes vaya asociado al improperio y al insulto. Eso no es compatible con una visión cristiana de la vida.
Decía san Francisco a sus hermanos que se puede “crucificar con la boca” y daba un consejo muy útil para moderarnos y contener nuestra lengua: «Dichoso quien no dice nada a espaldas del otro que no se atrevería a decir delante de él». Quizá entonces nos sea más fácil decir palabras buenas.
Fidel Aizpurúa, capuchino
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