Preciosa imagen para comenzar el recorrido de la Cuaresma. El desierto como imagen de lo real, de lo cotidiano, de lo que realmente es, de lo que se es. Porque es en la vida, en el día a día donde “se es”.
Y en ese día a día, es donde hay que desarrollar la capacidad que tenemos de salvaguardar nuestra esencia y poder hacer silencio a pesar de toda la borágine externa. Ahí es donde surgirán con fuerza las fieras, las alimañas de nuestras expectativas, juicios, miedos y resistencias. Pero cada una de ellas son ocasión de crecimiento y madurez si nos sabemos situarnos ante ellas.
No nos van a faltar jamás, ellas andan siempre al acecho y saben cuándo salir a nuestro paso y no podemos dejarlas atrás huyendo, sino permaneciendo con atención en nosotros. Cuando se las reconoce y se las llama por su nombre se desintegran y dejan de tener el control de nuestra vida.
Tarea de la Cuaresma es reconocer estos bichos que se apoderan de nuestra paz haciéndonos seres miedosos, faltos de esperanza y con gran necesidad de reconciliarse con ellos mismos.
Estemos atentos y agudicemos el proceso de bajada al interior, sólo ahí reconoceremos la presencia de Dios y podremos entonces vivir la experiencia de la Pascua.
CLARA LÓPEZ RUBIO
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