Un anciano monje de un lejano monasterio observaba con atención a sus tres últimos alumnos. Llevaban mucho tiempo con él, aprendiendo de sus enseñanzas y ya era tiempo de comprobar si estaban dispuestos para abandonar el monasterio y seguir solos su camino. Para saber si ya estaban preparados los puso a prueba
La noche anterior había habido una tormenta terrible y una piedra enorme había invadido una gran parte del camino que llevaba a la aldea. Aprovechando esta circunstancia fingió que estaba muy enfermo y que necesitaba ayuda. Los tres alumnos comprendieron la gravedad de la situación y rápidamente se pusieron en marcha.
El primero en llegar, cuando vio la piedra, la sorteó de un gran salto y se dirigió rápidamente a la aldea para buscar un médico.
El segundo se asustó del gran tamaño de la piedra y a duras penas logró pasar por un lado y fue a la aldea en busca de ayuda.
Cuando el tercero llegó se dio cuenta de que la piedra impedía el paso y con un gran martillo fue deshaciendo la piedra hasta que el camino quedó despejado y allí esperó a que los otros compañeros regresaran con la ayuda. Cuando ellos llegaron, pudieron pasar rápidamente y sin problemas y fueron a ver al anciano.
En anciano monje agradeció el enorme esfuerzo de cada uno y habló con ellos separadamente.
Al primero le dijo: aprovecha tu agilidad y tu energía en ayudar a los demás, ya estás preparado para tu marcha.
Al segundo le dijo: aprovecha tu constancia y tu inteligencia en ayudar a los demás, ya estás preparado para iniciar tu nuevo camino.
Y cuando llegó al tercero lloró de emoción y de asombro y le dijo: aprovecha tu solidaridad y tu humildad para enseñar a otros y conviértete en el nuevo maestro de este monasterio.
La noche anterior había habido una tormenta terrible y una piedra enorme había invadido una gran parte del camino que llevaba a la aldea. Aprovechando esta circunstancia fingió que estaba muy enfermo y que necesitaba ayuda. Los tres alumnos comprendieron la gravedad de la situación y rápidamente se pusieron en marcha.
El primero en llegar, cuando vio la piedra, la sorteó de un gran salto y se dirigió rápidamente a la aldea para buscar un médico.
El segundo se asustó del gran tamaño de la piedra y a duras penas logró pasar por un lado y fue a la aldea en busca de ayuda.
Cuando el tercero llegó se dio cuenta de que la piedra impedía el paso y con un gran martillo fue deshaciendo la piedra hasta que el camino quedó despejado y allí esperó a que los otros compañeros regresaran con la ayuda. Cuando ellos llegaron, pudieron pasar rápidamente y sin problemas y fueron a ver al anciano.
En anciano monje agradeció el enorme esfuerzo de cada uno y habló con ellos separadamente.
Al primero le dijo: aprovecha tu agilidad y tu energía en ayudar a los demás, ya estás preparado para tu marcha.
Al segundo le dijo: aprovecha tu constancia y tu inteligencia en ayudar a los demás, ya estás preparado para iniciar tu nuevo camino.
Y cuando llegó al tercero lloró de emoción y de asombro y le dijo: aprovecha tu solidaridad y tu humildad para enseñar a otros y conviértete en el nuevo maestro de este monasterio.
Hay personas que ayudan y son buenas, hay personas que se comprometen y son mejores y hay personas que hacen que todo lo anterior sea posible, esas… son imprescindibles.
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