Habitualmente intentamos darle cauce a eso que nos incomoda la vida. Aplicamos algunos remedios, buscamos salidas a las situaciones de dolor, abordamos los problemas con la mejor buena voluntad, etc. En muchos casos los nudos se desatan y la vida vuelve a adquirir la paz deseada. Sin embargo, en otros muchos casos no somos capaces de encontrar la salida y el problema se convierte crónico. ¿Qué hacer?
Nos debatimos entre dos extremos. Por un lado, está la conciencia de nuestra limitación y pecado. Jugar en verdad con nosotros mismos nos enseña a ser humildes. Por otro lado, está la confianza en la misericordia de Dios por encima de nuestras deficiencias insalvables. Ello nos invita a vivir sumamente agradecidos con El. Todo depende de si apoyo mi vida en el logro del ideal que espero de mí, o desde la confianza en Dios en fe. Me muevo entre las dos tendencias. Ojalá que vaya aprendiendo a vivir responsablemente intentando dar salida a mis conflictos interiores, pero sabiendo que la fuente de mi vida está en la misericordia de Dios. Ni crispación por no dar la talla, ni dejación del esfuerzo por espiritualismo. Al final, ojalá sea la misericordia quien venza al juicio.
Carta de Asís, diciembre 2022
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