martes, 20 de diciembre de 2022

CONFLICTOS CONMIGO MISMO

¿Por qué será que solo en unas pocas épocas de nuestra vida podemos decir que no tenemos conflictos pendientes con nosotros mismos? En su gran mayoría no son grandes problemas, pero siempre hay algún asunto que otro que no nos deja en paz: alguna relación difícil o rota que vivo como herida sangrante, algo en mí que no me gusta y no puedo evitar, alguna situación del entorno o familiar que es fuente de sufrimiento para mí aunque nadie se dé cuenta, algún mal que he hecho y no tiene vuelta… Hay personas que aparentemente viven felices, como si siempre estuvieran contentos consigo mismos, sin nada que les resulte oscuro; pero a menudo resulta ser mera escapatoria para no enfrentarse con los demonios interiores y así poder sobrevivir.

Habitualmente intentamos darle cauce a eso que nos incomoda la vida. Aplicamos algunos remedios, buscamos salidas a las situaciones de dolor, abordamos los problemas con la mejor buena voluntad, etc. En muchos casos los nudos se desatan y la vida vuelve a adquirir la paz deseada. Sin embargo, en otros muchos casos no somos capaces de encontrar la salida y el problema se convierte crónico. ¿Qué hacer?

Nos debatimos entre dos extremos. Por un lado, está la conciencia de nuestra limitación y pecado. Jugar en verdad con nosotros mismos nos enseña a ser humildes. Por otro lado, está la confianza en la misericordia de Dios por encima de nuestras deficiencias insalvables. Ello nos invita a vivir sumamente agradecidos con El. Todo depende de si apoyo mi vida en el logro del ideal que espero de mí, o desde la confianza en Dios en fe. Me muevo entre las dos tendencias. Ojalá que vaya aprendiendo a vivir responsablemente intentando dar salida a mis conflictos interiores, pero sabiendo que la fuente de mi vida está en la misericordia de Dios. Ni crispación por no dar la talla, ni dejación del esfuerzo por espiritualismo. Al final, ojalá sea la misericordia quien venza al juicio.

Carta de Asís, diciembre 2022

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