jueves, 16 de noviembre de 2023

¿DE PASTORAL O DE ACCIÓN SOCIAL?

Quizá sea una de las tensiones más habituales en nuestros colegios, comunidades y parroquias.

Caricaturizando los extremos opuestos, o eres una persona «de pastoral»: que disfruta de los retiros, las misas, la oración personal... atrapada en bonitos y devotos momentos consigo misma; o eres «de acción social»: comprometida con el voluntariado, concienciada con el problema ecológico o la desigualdad de género, siempre a la vanguardia y abanderada defensora de los derechos sociales.

Ambas afirmaciones implican una concepción parcial y estrecha. Toda espiritualidad cristiana auténtica relaciona de manera íntima ambas visiones. Por un lado, porque la fe cristiana tiene como elemento primordial el compromiso social; en segundo lugar, porque el compromiso social, vivido desde una actitud y unos valores evangélicos, conlleva una experiencia espiritual plena.

En mi opinión, la experiencia personal con los pobres no supone de manera automática un encuentro con Dios. Muchas veces, se nos queda en un activismo puntual, una conciencia más tranquila o un reconocimiento social en forma de likes por fotos entrañables subidas en redes sociales. Incluso, en ocasiones, puede dar lugar a una experiencia negativa por tocar los límites más duros de nuestra existencia, no encontrar explicaciones ni esperanza para tanta injusticia y sufrimiento o no ser capaz de trascenderlo.

De la misma manera, muchas celebraciones religiosas y actividades pastorales tampoco lo comportan. Cuántas celebraciones religiosas se convierten en un simple acto social, caminos de Santiago en un reto deportivo o ratos de oración personal en un momento zen de introspección y meditación…

Para que el compromiso social sea experiencia espiritual ha de ser vivido desde una mirada contemplativa que permita ver a Dios trabajando y habitando en la humanidad. Es un espacio privilegiado de encuentro con Él cuando somos capaces de reconocer en la otra y el otro a mi hermana y hermano; cuando soy capaz de sentir el sufrimiento como propio y ofrecerlo al Padre; cuando soy capaz de atender las mociones que brotan en mi corazón más allá de meras razones o sentimientos pasajeros; o cuando comprendo más a Jesús, que eligió hacerse uno entre nosotros y, especialmente, entre las y los más vulnerables.

Por otro lado, ningún crecimiento espiritual podrá ser completo si no ayuda a la persona a salir de sí misma. Una espiritualidad que no nos lleva al servicio de los demás, no es la de Jesús. Una antífona muy conocida dice: «la amistad con los pobres nos hace amigos de Dios». Esa amistad es el lugar privilegiado para tener un «mayor conocimiento interno de Jesús» que tanto pedimos. Realmente no se entiende una pastoral verdaderamente cristiana si no mueve a la persona a la conversión personal y el compromiso social.

Como tantas veces, la solución está contemplando la vida de Jesús, que ayudaba, rezaba, denunciaba injusticias y hablaba sin complejos del Padre. Ojalá podamos ser dignos seguidores suyos abriendo caminos internos y externos de salvación.

Ovi Menéndez

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