jueves, 30 de noviembre de 2023

VIVIR CON DIOS TODO

A menudo nos sucede que tomamos un tiempo para la oración, nos presentarnos ante Dios con nuestros gozos y sufrimientos, ponemos en su presencia los acontecimientos de nuestra vida y del mundo, etc. Pero quizá haya cosas, tanto externas como internas de nuestra persona, que no podemos ponerlas ante El. Puede haber muchas razones para ello. A veces disociamos las cosas de Dios y las que corresponden a mi responsabilidad; en otros casos vivimos cosas que creemos que Dios no los puede aceptar; también hay terrenos que son tan míos que evito que Dios entre en ellos; quizá también haya tenido alguna experiencia que me hace temer la lejanía de Dios… En definitiva, no puedo vivir todo con Dios. Sin embargo, la experiencia de los testigos de Dios, a través de la Biblia por ejemplo, nos dice que nada es ajeno a Dios; nada.

No es cuestión de cambiar la manera de pensar sobre Dios, sino la manera de relacionarme con Él. No es pasar de concebir a Dios como alguien ante quien tengo que mostrar todo, sino de relacionarme con Él de modo que pueda vivir todo con Él; incluso aquello que, por lo que sea, pueda que tenga dificultades para vivirlo con Él. Este cambio en la relación con Dios, hace que sea mi persona toda quien vaya cambiando.

No es cuestión de mera voluntad, sino de ponerme en su presencia y dejar que él actúe. Ciertamente, tendré que poner de mi parte. Por ejemplo, captando primeramente aquellas realidades en mí que no puedo entregarle, aquello que se resiste a ser iluminado por su presencia. Ser capaz de tomar estas realidades mías en mis manos es un gran paso. Quizá luego tenga simplemente que estar ante él; y, poco a poco, ponerlo en su presencia, como tímidamente.

Y, al tiempo, constatar que, ciertamente, todo se vive con Dios, absolutamente todo.

Carta de Asís, noviembre 2023

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